Capítulo 1

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KONGPOB

—Voy a matarte, Kong. Lo juró por —¡ahh! —Maprang apretó la mano de Kongpob como si fuera su deber en esta vida pulverizarla. —Agh, duele. Dime otra vez por qué te dejé hacerme esto.

—Porque eres un alma amable y gentil que tuvo compasión de un alma solitaria como yo. —Kongpob le permitió que apretara, y cuando terminó, acarició la palma de su mano con el pulgar. —Lo estás haciendo genial, ¿sabes?

—¿Cómo sabes eso? —Maprang habló a través de sus dientes apretados. —No eres médico, Kong. No sabes de estas cosas. ¿En cuántos partos más has estado?

Ella estaba en lo cierto.

Maprang gritó de dolor y volvió a atenazarle la mano, y Kongpob respiró hondo para sobrellevar la aplastante agonía que ella le infligía. Sus cabellos lacios estaban pegados a su frente, enmarañados por el sudor, y su rostro se había enrojecido por el esfuerzo físico. Kongpob sabía que el parto no era bonito, pero no había imaginado ni la mitad de intenso de esto. Valoraba aún más el regalo de Maprang ahora que sabía lo duro que era el parto.

Hubo un educado golpecito en la puerta de su habitación privada del hospital. Kongpob levantó la cabeza para mirar hacia ella. El doctor Prem abrió la puerta y entró, su cabello estaba cuidadosamente peinado para que ningún mechón estuviera fuera de su sitio. Los brillantes ojos centellearon bajo las claras luces del hospital mientras el Dr. Prem se dirigía a la cama.

—¿Cómo lo estamos haciendo por aquí? —Preguntó jovialmente.

—Me estoy muriendo. —Maprang apretó los dientes. —Sáquemelo.

El doctor Prem se rio. Fue un sonido fresco que Kongpob admiró. Desde que se habían citado con el doctor Prem durante las visitas prenatales, Kongpob había pensado que el hombre era atractivo. En un hospital, haciendo lo que amaba, lo era aún más.

No es que fuera a ir por el doctor de todos modos. Kongpob tenía la costumbre de meter la pata y había terminado prematuramente con todas las relaciones que había tenido. Después de una serie de intentos fallidos que no duraban más de unos meses, decidió cortar el tema de las citas.

—Bueno, déjame ver que podemos hacer con eso. Voy a comprobar como lo estamos haciendo, ¿de acuerdo? —El doctor Prem levantó la sábana que cubría la parte inferior de Maprang. Con un uhmm, miró a Maprang sobre la sábana. —Parece que estamos listos para traer a este bebé.

—Gracias, Dios mío. —Maprang dejó caer la cabeza contra la almohada.

—Estoy taaan cansada de esto. Kongpob, no vas a conseguir otro niño. Uno y se acabó.

—¿Quieres decir que no voy a conseguir la familia numerosa cristiana que siempre he soñado?

—¡Ni lo sueñes!

Kongpob se rio, y eso le hizo ganarse un fuerte codazo en las costillas de Maprang.

A su alrededor, comenzó el movimiento. Enfermeras entraron a la habitación. La ropa de cama cambió de manos. Un carro con instrumental esterilizado de apariencia extraña llegó. Kongpob se alegró enormemente de que Maprang no tuviera interés en mirar, porque él estaba empezando a sentirse mareado pensando en las cosas que había en el carro, y ni siquiera era él el que tenía que traer al bebé.

—Muy bien, Maprang, ¿estamos listos? —Preguntó el doctor Prem. — Vamos a traer rápidamente a este niño al mundo. Estará hecho muy pronto.

—Por favor, literalmente pegaría un puñetazo a una monja para que eso pase. ¿Podemos hacer que pase? —Maprang levantó la cabeza, su barbilla se metió en su cuello. —Estoy harta.

Vida de PapáWhere stories live. Discover now