Epílogo

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ARTHIT

Treinta meses. Treinta meses porque Arthit ya no contaba en años, no por el momento, al menos. Jennie, que se había vuelto la pediatra de Dae , dijo que era normal replantear el tiempo de esa manera. Una vez que Dae llegara a los tres años, volverían a los años.

Pero por ahora, treinta meses representaban dos años y medio, y eso significaba que era su aniversario de veinticuatro meses con Kongpob.

En su camino a casa desde Binnexa, cansado después de un largo día en la oficina de contabilidad, Arthit se detuvo en una floristería vecina y compró un ramo de flores del paraíso y orquídeas moradas artísticamente arreglado. Ya tenía una botella del vino favorito de Kongpob guardada en el maletero.

Con las flores colocadas en el asiento junto a él, ansioso por comenzar la velada, Arthit condujo a casa y estaciono en la calle. Salía más temprano por la mañana que Kongpob y llegaba a casa antes, por lo que siempre estacionaba en la acera para evitar tener que estar moviendo los coches por la mañana.

Arthit tomo las flores, tomo el vino del maletero y fue hacia la puerta principal de su casa. Giró la llave en la cerradura y entró. Dae corrió hacia él y se le enganchó de la pierna.

—¡Papi! ¡Flores!

Cuanto más crecía Dae , más se parecía a Kongpob. Las similitudes estaban empezando a rayar en el clon. Arthit se metió la botella de vino bajo el brazo y revolvió el pelo de Dae .

—Hola, hombrecito. ¿Te gustan las flores? Son para papá, ¿qué te parece?

—Me gustan. —Dae sonrió. No se soltó de la pierna de Arthit. — Bonitas.

—Espero que papá piense eso también. —Arthit avanzó cojeando, levantando con eficacia a Dae con cada paso. Dae chillaba de alegría y se agarraba más fuerte. —¿Qué has hecho hoy?

—Bloques. —Dae soltó la pierna de Arthit y corrió hacia el sofá. — ¡Carreras!

—Bloques y carreras suena divertido. —Arthit dejó el vino encima del frigorífico, apropiadamente fuera del alcance de infantes ingeniosos, y dejó las flores en la encimera de la cocina. —¿Dónde está Lisa?

Lisa había tomado su lugar, aunque a jornada completa en lugar de interna. Con Arthit viviendo en la casa con Kongpob, se habían turnado durante el resto de la primera infancia de Dae para levantarse por la noche para atenderlo. Una vez que ambos encontraron empleo, Arthit con Binnexa en su departamento de contabilidad y Kongpob en un puesto ejecutivo en una empresa emergente en la que tenía mucha fe, contrataron a Lisa para que cuidara a Dae mientras estaban en el trabajo. Lisa era tan maravillosa como Arthit espero que sería por su entrevista, y Dae la amaba. Arthit no tuvo problemas para dejar a Dae bajo su cuidado.

—Ido.

—¿Ido? —Arthit enarcó una ceja. Miró sobre la encimera a Dae, quien había trepado al sofá y estaba peleándose con su camiseta para sacarla por su cabeza. —¿Qué quieres decir con ido?

—Ido, —Dae repitió sagazmente. —Adiós, adiós.

Arthit estudió la sala de estar. Nada parecía fuera de lugar, y si Dae hubiera estado desatendido, estaba seguro de que no era el caso. Dae era un tornado, ansioso por arrasar con todo y cada uno de los objetos que tuviera al alcance de la mano.

—¿Cuándo se ha ido? —Arthit preguntó inseguro. Aflojó su corbata, luego se la quitó y la dejó encima del frigorífico al lado del vino.

Liberado de su potencial soga, fue a sentarse al lado de Dae en el sofá. Dae subió a su regazo y tomo el mando de la tele de la mesita de café. —¿Dae?

Vida de PapáWhere stories live. Discover now