Capítulo 3

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KONGPOB

Doce semanas sin sueldo. Kongpob había ahorrado y se había preparado para ello, esperando que doce semanas fueran más que suficientes para que Dae estuviera acomodado y encontrara a alguien a quien contratar para cuando regresara al trabajo.

No lo era. Doce semanas pasaban demasiado rápido. Cuando llegó la semana once, Kongpob se sentía como si acabaran de cruzar el umbral en su camino de regreso del hospital. Criar a un recién nacido solo era una batalla que no había anticipado, pero amaba cada segundo. Le dolía tener que volver al trabajo.

A mitad de la undécima semana, cuando Dae se acurrucaba contra su pecho mientras Kongpob hacía algunas cosas, su teléfono móvil sonó. La mayoría de las veces, Kongpob dejaba que saltara el contestador, pero acababa de poner una carga y estaba marchándose, por lo que tenía tiempo para comprobar quién llamaba. Era Ryujin, la niñera interna que empezaría a trabajar a final de semana.

Kongpob descolgó la llamada y se puso el teléfono en el oído mientras caminaba hacia la cocina. Era hora de que Dae comiera.

—Hola. ¿Qué hay? —Kongpob preguntó.

—Hola, Kongpob. —La voz de Ryujin era alicaída. —Gracias por contestar. Sé que tú y Dae están ocupados estos días.

—Me has pillado justo entremedio de las tareas. ¿Qué sucede? — Kongpob puso agua a calentar. —¿Necesitas ayuda con la mudanza?

—Bueno... —Ryujin contuvo la respiración. —Ese es el asunto. Mi novio acaba de ser despedido de su trabajo y ha encontrado uno en Mokpo, así que vamos a dejar Seúl para conseguirlo. Lo siento muchísimo. Realmente contaba con quedarnos aquí para siempre, ¿sabes? Pero algunas veces las cosas no salen como las planeamos.

Kongpob se quedó estático. Miró la olla con agua y la llama azul parpadeando bajo él. El pánico no le había impactado, estaba demasiado conmocionado.

—¿Así que te vas a mudar...?

—Nos mudaremos en unos días. Es realmente terrible y siento mucho ponerte en una posición como esta, de verdad. Dae fue una cosita dulce cuando lo conocí. Pensé que nos íbamos a llevar muy bien.

—Yo también. —Kongpob batalló para encontrar las palabras que decir. Si decía lo que tenía en la cabeza, sabía que metería la pata y heriría a Ryujin. La situación era horrible, pero Kongpob la respetaba lo suficiente para morderse la lengua. —Así que supongo que esto es un adiós.

—Sí. Eh. Y gracias por la oportunidad. Sé que vas a encontrar a alguien genial. Dae lo va a tener comiendo de su mano.

—Seguro. —El tono de Kongpob era plano. El pánico estaba empezando a golpearlo y se protegió contra él. —Cuídate. Adiós. Se oyó un adiós amortiguado mientras se retiraba el teléfono de la oreja y colgaba la llamada.

Doce semanas no eran lo suficientemente largas, y menos cuando su niñera lo dejaba en el último minuto.

Kongpob se pasó una mano por la cara e hizo todo lo posible por recomponerse. Iban a ser cuatro días tremendamente intensos, pero tendría que aprovecharlos al máximo. Dae estaría atendido. No importaba lo poco que durmiera Kongpob o lo lejos que tuviera que llegar, encontraría una nueva niñera.

Las solicitudes eran pocas, pero menos aún eran las que Kongpob no descartaba automáticamente. Dae necesitaba a alguien responsable, alguien con una formación oficial. Necesitaba alguien que lo criara.

Alguien que pasara su maldita verificación de antecedentes.

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Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora