Capítulo 11

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ARTHIT

La puerta del coche se cerró. Arthit se enganchó el cinturón de seguridad. Antes de que pudiera meter la llave en el contacto, Bright se había girado a mirarlo con una expresión crítica.

—No me habías dicho que el tipo para el que estabas trabajando era un papasito follable.

—¡Dios, Bright! —Arthit perdió el interés en arrancar el coche. Miró a Bright a los ojos, tan avergonzado como nervioso.

—¿En serio? Estamos sentado enfrente de la casa.

—Con las ventanillas subidas. —Em miró hacia el césped. —Además, se fueron hacia la parte trasera. No nos van a escuchar desde allí.

—No... no es correcto, es todo. Él es mi jefe.

—Lo sé. Si consigues otro tabú, estarías viviendo en una peli porno. ¿Un papi caliente y tu jefe? Y estás viviendo en su casa. ¿Desayuno en la cama? ¿Su cama?

—Eres terrible. —Arthit dejó de prestar atención a Bright, esperando que parara. Arrancó el coche y se alejó de la acera.

—Puedo ser terrible, pero al menos soy sincero. Si necesita un profesor de preescolar, mándamelo.

Los celos, sorprendentes en su intensidad, desgarraron a Arthit y lo amargaron. No le gustaba ceder a sus emociones de esa manera, pero su reacción a lo que Bright había dicho fue tan visceral que fue imposible resistirse.

—Hey, tú, no me mires así. —Bright pinchó a Arthit en las costillas. — No te veo a menudo fruncir el ceño. ¿Sabes que no voy a aparecer de repente y llevármelo a la cama, ¿verdad? Solo me estoy divirtiendo.

—Lo sé. —Arthit se enfocó en el camino, tratando de dejar ir la amargura que sentía. —Lo siento. No estoy cabreado contigo.

—Puede que no lo estés, pero está claro que toqué un nervio. —Por el rabillo del ojo Arthit observó cómo Em se acomodaba en su asiento. —No está bien de mi parte haberme entrometido. No sabía que estabas sensible.

—No debería estarlo.

—Pero lo estás. —Em estiró las piernas y arrastró la suela de sus zapatos por la alfombrilla. —¿Estás... ya sabes? ¿Con él?

Conducir no iba a ser posible si Bright seguía haciendo preguntas vergonzosas. Rojo como un tomate, Arthit salió de la carretera y paró. Se giró en su asiento para dar a Bright toda su atención. Si iban a planear su viaje por carretera, primero tenía que quitar del mapa los detalles personales. Ya era lo suficientemente malo que el sabor de los labios de Kongpob persistiera en los suyos y que cuando cerraba los ojos, todavía podía sentir la forma tan delicada en como lo tocó, no necesitaba que Bright llevara a su mente de vuelta a ese momento también.

Hoy se suponía que debía tratarse de olvidar lo que había pasado la noche antes, no de abrazarlo.

—No nos estamos acostando. —Arthit frotó el volante con las manos, buscando estímulo. —Él es atractivo, pero... es mi jefe. No puedo hacer eso.

—Es decir, que podrías.

—No. —Arthit habló con firmeza. No era frecuente que se defendiera a sí mismo de manera tan vehemente, pero se negaba a dejarlo así. —No hay manga ancha. Estoy viviendo en su casa y cuidando de su hijo. Si empiezo a acostarme con él, no va a terminar bien. No quiero perder mi trabajo porque no puedo mantenerla en los pantalones.

—¿Así que crees que es gay? —Bright sentía curiosidad simplemente, Arthit lo supo por su tono, pero no podía evitar pensar que Bright  estaba tratando de inmiscuirse. Era una sensación horrible y Arthit no quería nada de eso. Bright era su mejor amigo. Lo último que quería era abrir una grieta entre ellos.

—No lo sé. Supongo. —Arthit bajó la mirada. —Me quedé dormido en el sillón ayer esperando que volviera a casa y cuando estaba espabilándome, me besó.

—Mierda. —Bright dio un silbido bajo. —Vale, así que, definitivamente es al menos un poco gay. ¿Cuánto duró?

—Duró probablemente quince segundos, y pensaba que iba a llevarlo más lejos cuando se paralizó y se encerró en sí mismo. No sé qué pensar. —Era mentira. Arthit sacudió la cabeza. —Bueno, sé qué pensar, si soy honesto. Sé que no hay forma de que pueda llevar esto hasta el final. No con la conciencia clara. Sé que estoy tentado a hacerlo de todos modos. Aunque está mal, realmente está mal. No quiero que esto me defina.

—No te define. —Bright sonrió. El gesto era amable y reconfortante. Arthit recibió fuerza de él. —Todo lo que importa es que eres sincero contigo mismo. Este no es el final del camino, ¿sabes? Tienes veintidós años, acabas de salir de la universidad y tienes el mundo entero enfrente de ti. Si cometes un error, ¿y qué? Eres joven. Crecerás. Seguirás prosperando.

—Pero ya estoy viviendo con él.

—El viejo dilema del compañero de piso. —Em tarareó. —Eso se las trae. ¿Pero sabes qué? Estoy buscando un compañero y no estoy seguro de si encontraré uno. No es qué no pueda pagar el piso, si no que necesito a alguien que cocine para mí. Ya sabes como es.

Arthit rodó los ojos.

—Ya me lo has dicho.

—Y lo que quiero decir es, ¿y qué pasa si vas por ello y las cosas van mal? Me tienes a mí. Estaré allí para apoyarte, incluso si solo es un sofá en el que dejarte caer hasta que puedas volver a ponerte en pie. Y siempre están tus padres.

—No me veo con ánimos de volver a casa. —Arthit sabía que era una opción, pero no quería admitir su derrota. Después de cuatro años de vivir por su cuenta, no quería volver a casa. —Pero sé que tienes razón.

—Así que si incluso comentes un error y las cosas se vuelven un desastre, tienes personas en las que apoyarte. —Bright sonrió con ganas. —Así que jódele los sesos a ese papi exquisito.

—¡Bright! —El tono de Arthit se afiló y se cruzó de brazos. Bright rio.

—Ya. Correcto. Supongo que él te jodería los sesos. Pero de una forma u otra, si es algo que quieres, no dejes que te limite.

Era difícil entenderlo. Arthit no pensaba que fuera correcto. Su corazón le decía una cosa, pero su cabeza le decía otra. Si iba a encontrar algo de paz, tenía que respetarlos a ambos.

—¿Podemos seguir ahora? —Arthit preguntó cautelosamente. — ¿No vas a seguir preguntándome por mis problemas con mi sexy papi?

—Mmmm... nop. —Em soltó una risita. —No hasta que volvamos a la cafetería, de todos modos. Mi mente podría empezar a divagar después de que hayamos resuelto todos los detalles de nuestro viaje por carretera.

Por supuesto.

Arthit salió del estacionamiento y reinició el viaje. La conversación podría haber ido mucho peor, supuso. Podría haber habido muchas más consecuencias. Al menos Bright lo apoyaba sin importar la elección que tomara.

Arthit vio su reflejo en el retrovisor, sus mejillas estaban escarlatas. Ignoró el color y volvió su vista a la carretera. No iba a estar avergonzado por los siglos de los siglos, al igual que Kongpob no sería parte fija en su vida para siempre. Tan permanente como se sentía el momento, era solo un paso a lo largo del camino. Arthit no había llegado a donde quería ir en la vida, y no se iba a detener hasta llegar allí.

Hasta entonces, saborearía las pequeñas cosas... como el recuerdo de los labios de Kongpob en los suyos, y cómo le gustaba la cerveza un poco más ahora que la asociaba con el beso.

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora