Capítulo 12

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Cariño despierta —una voz suave acaricia mis oídos —vamos dormilona, despierta —la voz me es conocida pero por más que trato no consigo reconocerla

Deseo abrir mis ojos pero algo me lo impide, se siente como si tuviera dos bloques pesados en cada párpado que no me permite abrirlos, el cuerpo me pesa y siento un ardor que quema mi piel en la zona de la espalda.

— Venga cariño que sí puedes —me anima la voz

Intento nuevamente y con los ojos entreabiertos defino una silueta masculina, cierro y abro nuevamente, un cabello blanco, ropa oscura como de costumbre, es, Arden?

Me despierto exaltada, la respiración agitada como si hubiera corrido una maratón, el ardor de la espalda no a desaparecido y para cuando abro mis ojos a la realidad, está el ahí, el verdadero Arden Parrish sentado frente a mí, con tranquilidad, con sus ojos de cielo posados en mí.

Yo río por lo bajo al recordar que hace un segundo estaba soñando con él, yo, una persona que tiene dos sueños al año, precisamente me toca soñar con el chico que me hace vivir constantes pesadillas.

— Qué es tan gracioso? —cuestiona

— Hola Hazel, cómo estás? Cómo te sientes?, Hola Arden, aquí con una herida desde el cuello hasta la espalda, me duele, pero no te preocupes todo ok —explico como una carretilla loca

Él cambia la expresión de su cara y cambia la vista como si no supiera que hacer ni que decir, paseo mis ojos por el lugar y me doy cuenta que estoy en su habitación.

Por qué será que de tantas habitaciones que tiene esta enorme casa, me toca siempre la misma?

— Hace cuánto estoy aquí?

— Hace tres días —contesta sereno —te duele mucho la espalda? —pregunta sin mirarme

— Solo un poco, he tenido heridas peores

— En pocos días estarás mejor

— Quiero irme a mi casa —preciso con seguridad, trato de levantarme pero el dolor no me lo permite y caigo bruscamente sobre la cama, Arden se levanta rápidamente de la silla ayudándome a acomodarme nuevamente

— No seas terca quédate hasta que estés mejor, además que le dirás a tu madre cuando tenga que bañarte y curar la herida que cargas

— Ni que le importara lo que me pase —suspiro con un tono de decepción —además por qué tendría que bañarme, espera, quien lo a estado haciendo? —él suelta una carcajada y me doy cuenta, tapo mi cara de la vergüenza cuando ríe con más fuerza

— Tranquila, no he visto nada nuevo —enarca una ceja y continúa —de hecho, tienes unos lunares muy bonitos —me avergüenzo más de lo que estoy y como puedo le lanzo una almohada que él esquiva, sigue riendo y no puedo dejar de pensar que es la sonrisa más hermosa que he visto

Durante algunos minutos me sigue observando y todo se me hace muy raro.

— Ya te puedes ir, quiero dormir —vuelve a sonreír

— Eres muy buena contando chistes —hago una mueca y pongo mala cara —duerme todo lo que quieras, yo estaré aquí —se levanta y acomoda unos cobertores en el suelo, supongo que ahí dormirá

Se despoja de su chaqueta y una camisilla me permite ver algunos de sus tatuajes, en el pecho izquierdo tiene dibujado un gran lobo de ojos azules el cual supongo es Lebrun, en la zona de las costillas tiene frases en algún idioma extraño y más abajo una figura rara la cual no logro descifrar.

Acomodo mi cuerpo en la confortable cama y seguidamente cuatro patitas saltan sobre ella, el pelaje gris combinado se acuesta a mi lado y las caricias no faltan cuando estoy al lado del cariñoso pero impetuoso Lebrun, sus ojos es lo último que veo cuando me quedo dormida de tanto cansancio.

Los Lobos de Needville © Where stories live. Discover now