2

595 101 86
                                    

El nuevo vecino se llamaba Steve y de cerca era aún más evidente que se trataba de un extranjero

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El nuevo vecino se llamaba Steve y de cerca era aún más evidente que se trataba de un extranjero. Los tres estaban dentro del patio de Doña Rosa en ese momento, observando al hombre lavarse la cara con la manguera al tiempo que este soltaba mil frases en inglés.

—¿No habla español? —preguntó, mirando a Steve fijamente. Doña Marta suspiró.

—Más o menos —explicó—. Todavía está aprendiendo el idioma, Doña Rosa me lo encargo, pero él se las arregla bien solo —agregó encogiéndose de hombros.

—¿Puede transmitirle mis disculpas? —la cuestionó, haciendo un gesto suplicante, para luego darse cuenta de que estaba usando un cubrebocas y la mujer no podía verlo.

—Yo tampoco se hablar inglés —Respondió ella encogiéndose de hombros.

—Ah —Denise agitó las manos hacia el hombre, que levantó la vista hacia él—. Ah... —Por un segundo se quedó sin habla, pero de inmediato consiguió controlarse—. Gomenasai —dijo, haciendo una reverencia.

Steve puso los ojos en blanco y continuó limpiándose.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Doña Marta, llevándose una mano a la boca.

—Que lo sentía —respondió, para luego girarse hacia el perro que llevaba más de cinco minutos ladrándoles sin parar. Denise había metido a Aquiles a su casa antes de ingresar a aquel patio, no quería que ocurriera una desgracia.

—Creo que es mejor que nos vayamos —sugirió Doña Marta mirando su reloj y él estuvo de acuerdo. Ambos se despidieron de Steve, quien les hizo una seña con la mano que Denise interpretó como "Lárguense, no me importa".

Cuando estaba cerrando la pequeña barda que rodeaba la casa de Doña Rosa, se giró una vez más para mirar a Steve. El hombre tenía la playera blanca empapada y se le transparentaban los músculos del vientre y los pezones, tenía un cuerpo excelente.

De inmediato sintió ganas de volver para preguntarle a que gimnasio iba. Llevaba años queriendo tener músculos como esos, pero entonces se dio cuenta que tendría que hacer ejercicio y el lugar de volver, se metió rápidamente a la casa.





Cuando estuvo en su cocina echó un vistazo a una de las ventanas y descubrió que ni Steve ni el perro estaban ya en el patio. En la casa de Doña Rosa las luces ya estaban encendidas y podía ver la sombra del hombre caminando de un lado a otro. De repente un lengüetazo en su dedo gordo del pie lo hizo sobresaltarse.

Era Aquiles.

—Sujeto y predicado ¿Por qué no me dijiste que había alguien viviendo en casa de Doña Rosa? —espetó, frunciendo el ceño hacia el animal. Este respondió poniéndose de panza.

A mexican beautyWhere stories live. Discover now