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Denise se había dado cuenta que Steve era muy educado con los demás, sobre todo con los adultos

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Denise se había dado cuenta que Steve era muy educado con los demás, sobre todo con los adultos. Su actitud también había cambiado desde la primera vez que se vieron, seguía teniendo poca paciencia, pero intentaba mantenerse en control la mayor parte del tiempo.

—Deja que te invite —Denise sacó su billete de la bolsita y pagó por ambos. Steve no parecía haber entendido sus palabras porque cuando se alejaron del puesto intentó darle su parte, pero Denise se negó a aceptarlo, después de todo había salvado a Aquiles dos veces.

Cuando llegaron a la casa de Denise el hombre pareció dudar un instante, pero finalmente se unió a él para la cena.

Steve no llevaba mucho tiempo conviviendo con el chico, pero estaba seguro de que pronto tendría que mejorar su rutina en el gimnasio.

Suspirando le dio una mordida a su hamburguesa. Ya comenzaba a acostumbrarse a los sabores en México, donde todo era más picante, incluso las frituras tenían una preparación distinta, sabía que las grandes marcas cambiaban sus recetas dependiendo del país en el que estuvieran, pero fue una sorpresa comprobarlo por si mismo.

De todas formas, no se quejaba, no demasiado al menos.

Estaban cenando en silencio, cuando un ruido llamó su atención, eran guitarras, trompetas y algunos instrumentos que no alcanzó a reconocer. Una voz muy potente inundó la habitación.

"Perfume de gardenias, tiene tu boca".

Denise se puso pálido, congelándose unos segundos antes de limpiarse la boca y las manos rápidamente. Presuroso se asomó por la ventana y lanzó una maldición, ocultándose de inmediato.

—¿Qué está pasando? —preguntó Steve, viendo al chico sentado en el suelo con expresión aterrorizada. Denise le hizo una seña para que se callara, Steve lo miró con curiosidad antes de asomarse también por la ventana.

Enfrente de la casa había grupo de mariachis, formados en fila, que tocaban enérgicamente.

—¿Denise? —preguntó, frunciendo el ceño busca de explicaciones.

—¿Puedes salir y decirles que se vayan? Diles que no estoy aquí —espetó, cubriéndose el rostro mientras enrojecía de la vergüenza.

Steve ladeo el rostro y suspiró. Luego se puso el cubrebocas para dirigirse a la puerta y se asomó por la barda. Aparte de los mariachis, también había dos chicas y tres chicos cantando. Todos parecían ligeramente alcoholizados, uno de los chicos llevaba un ramo de rosas y dio un paso al frente, frunciendo el ceño al verlo asomarse.

—Buenas noches —Steve se esforzó por pronunciar bien y que su voz se escuchara por encima de la música.

El tipo de las rosas parecía bastante normal, no era especialmente alto, tenía la nariz ancha, el cabello negro peinado hacia atrás, de piel blanca y cuerpo robusto. A juzgar por la forma en que sus brazos se marcaban seguramente hacía ejercicio, pero también tenía el vientre abultado, probablemente por el alcohol. No era exactamente feo, pero había algo en él que le generaba rechazo.

A mexican beautyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora