39. Nuestra primera Navidad

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Martes. 2.30 de la mañana. Maria, Almería

Rodri y Luna estaban pasando la Navidad en Maria. Llevaban aquí un par de días, desde que Rodri jugó su último partido con el Atlético. Estarían unos días más y después tenían pensado irse a París con Marco y Nuria, hasta que empezaron de nuevo los entrenamientos con sus respectivos equipos. Les apetecía mucho este viaje, para ellos era, aquel viaje de novios que no pudieron hacer cuando se casaron.

Habían cenado con los padres de Rodri, con las abuelas y con los tíos de Rodri. En total,  casi 25 personas se habían sentado esa noche a la mesa. Y aunque Luna estuvo bastante distraída y animada, pensaba en lo mucho que echaba de menos a su hermano. Si no pasaba nada, Diego subiría a Madrid en Nochevieja y él su novio pasarían esa fecha con la joven pareja. Después de la cena, toda la familia había estado en la Plaza del pueblo. Habían instalado una enorme carpa y un pequeño duo amenizaba la noche con canciones populares y bailes populares.

La pareja habían permanecido en la Plaza con la abuela Rosario y algunos de los primos de Rodri. Estaban cansados de bailar. No habían parado en todo el rato que permanecieron allí, hasta que, después de acompañar a la abuela a casa, decidieron ellos volver a la de los padres de Rodri.

El centrocampista rojiblanco iba ligeramente achispado. Cada dos por tres paraba sus pasos para besar a Luna en mitad de la calle o en cualquier esquina que a él le pareciera bien.

- A este paso llegamos para el desayuno - le dijo Luna a su marido mientras él besaba su cuello al amparo del portal de una casa.

- Tenemos que comprarnos una casa aquí para los dos solos -le decía Rodri mientras dejaba pequeños besos en ese escote que durante toda la noche no había dejado de mirar.

- ¿Y eso porqué?

- Porque estoy harto de morderme los labios cada vez que estoy contigo en mi cuarto.

La mano de Rodri se coló por dentro de su escote agarrando uno de sus pechos con ardor. Luna dejó escapar un pequeño gemido abandonada a las caricias de su esposo. 

- Pues tus padres se quedaban a dormir esta noche en casa de tu abuela Nines...

Rodri se separó de ella y la miró sorprendido.

- ¿Y tú cómo lo sabes esposa?

- Porque lo ha dicho tu madre durante la cena.

- ¿Y yo porque no me he enterado?

- Porque estabas más pendiente del licor de hierbas de tu abuela Rosario que de otra cosa.

Rodri sacó su mano del escote de su mujer. Entrelazó sus dedos con los suyos y tiró de ella hasta sacarla del portal. Caminó con ella con rapidez de vuelta a casa. 

- ¡Rodri! ¿Qué haces? ¡No corras tanto!

- ¡Eso es lo que yo quiero! Correrme mucho.

Luna rodó sus ojos y se puso a reír. Dejó que él casi la arrastrara por la calle hasta llegar minutos después a su casa. Efectivamente, no había nadie en ella. Le dio una palmada en el culo a su mujer y le metió prisa para que subiera por la escalera.

Entraron en la habitación y Rodri cerró la puerta mirándola con deseo. Encendió la pequeña lamparita del dormitorio y puso música en su móvil. A pesar de que le tenía muchas ganas a Luna, decidió tomarse las cosas con calma. Ella lo merecía.

Rodri se puso delante de ella y la besó muy lentamente. Acariciando sus labios poco a poco. Disfrutando del sabor de su boca. Ese sabor que lo embriagaba y del que nunca se saciaba.

𝑷𝒊𝒆𝒏𝒔𝒂 𝒆𝒏 𝒎𝒊Where stories live. Discover now