43. Sois mi vida entera

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Lunes

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Lunes. 9.30 de la mañana. Urbanización Puerta Real. Las Rozas. Madrid
Mediados de Junio

- Todo saldrá bien Luna, tienes que estar tranquila, mi vida.

Me muerdo los labios está vez algo emocionada. Un beso suyo en mi frente me hace abrazarlo aún más.

- Tienes que irte ya, ¿verdad? -le pregunto algo entristecida. Sé que es su trabajo, lo sé, y a él le encanta lo que hace, pero no puedo evitar sentirme sola cuando se va, sobre todo en estas circunstancias.

- Si, cariño.

Él me da un último beso y se levanta de la cama. Se pone las zapatillas y ata sus cordones mientras yo lo abrazo por la espalda. Sus manos buscan las mías y las aprietan con mucho cuidado. Dejo que se levante y me quedo mirando como coge su bolsa. Se acerca de nuevo a mi y recibo un tierno beso de su parte.

- Por favor Luna, prométeme que te vas a cuidar -agarro su mano y veo tanta desesperación en su voz que en mi garganta se forma un nudo que no me deja casi ni hablar.

- Te lo prometo.

Su mano acaricia mi mejilla y vuelve a besarme mientras yo me abandono a las caricias de su boca contra la mía.

- Te quiero, Luna.

- Y yo a ti.

Le sonrío mientras él se da la vuelta saliendo de la habitación, antes de irse se gira y me mira. Ahora su rostro está algo serio y sé que es de la preocupación tan grande que tiene por mi. Y yo no quiero que lo pase mal. Tiene que estar muy concentrado hoy.

- Ya sabes lo que ha dicho el médico, ni se te ocurra levantarte de esa cama.

Rodri sale de la habitación y yo fijo mi mirada en el techo. Otro día más en esta habitación y en esta cama. Reposo absoluto. Aburrimiento eterno. Escucho la puerta abrir y cerrarse. A los pocos minutos, escucho pasos por las escaleras. La abuela Rosario asoma su cabeza por la puerta de la habitación y me da una bonita sonrisa.

- ¿Quieres desayunar? -me pregunta entrando dentro.

- ¿A comer churros con chocolate en una de esas cafeterías del centro?

- Si pudieras, yo misma te llevaba, que aún tengo carnet.

- Pues entonces nada. Desayunaré aquí mismo, si no te importa.

La abuela rueda sus ojos. Cuando nos dijeron que tenía que estar en reposo, no se lo pensó. Se cogió un tren y tardó poco en instalarse en casa. Algo que le agradezco un montón, porque me cuida casi como si fuera mi madre. Mejor que mi madre, la verdad. No me siento tan sola cuando Rodri se va. Tenerla aquí es gloria bendita para mi y para mi marido. Sus padres vienen también todos los fines de semana. Me siento muy arropada por su familia. Y también por Diego, al que le tengo que hacer todos los días una videollamada para que vea mi barriga. 

𝑷𝒊𝒆𝒏𝒔𝒂 𝒆𝒏 𝒎𝒊Where stories live. Discover now