4. The Dark Chocolate Cup

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📍Somewhere in Canada | 29 de Noviembre de 2019


Elena P.O.V.:

Por obra y gracia del espíritu santo y que el chef Juan Pablo existe en este plano dimensional, no quemé nada. Aplausos señores, me merezco aplausos.

Serví el par de arepas sin rellenar a todos, con algunos condimentos que compraron Juan y Lola en el pueblito mencionado mientras la parejita del siglo con Laura las rellenaba. Un trabajo en equipo arrecho. Me senté al lado de la Laura y su esposo a su otro lado que hablaba de una vaina con el restaurante que tenía y Catalina le hacía la administración.

Lo que me gasto de amigos.

Por cierto, ¿Elena tú dormiste?—volteé a ver a Juan Pablo feo—Sin joda, ¿dormiste? Te vi como un poquito ansiosa antes de irme a dormir.

Bufé con incredulidad—¿Yo? Si yo dormí como un bebé

Mentira, pegué un ojo como si tres horas, pero los pensamientos hormonales de pensar en Hayden me tenían estresada. Quería mi cabeza en paz, no volviéndome loca.

Si, si, si. Sigue hablando, que yo fui la que te caché en la sala leyendo a las 5 de la mañana. Estabas pensando en tu rubio bonito—dijo Catalina y la vi con ganas de arrancarle las mechas que se hizo.

Si eres vende de patria—se encogió de hombros y su esposo le sonrió, a lo que ella se acercó a él a darle un beso, guacala—No coman frente a la pobre.

Me vieron divertidos, pero Fernando parecía que quería dejar su mano en su cintura mientras el beso iba muy jamoneado—Ay Dios, no. Hagan sus actos de amor aptos para no solterones para allá.

No me pararon bola y tomé un poquito de café, para luego pararme y dar un aplauso—Bueno, si me disculpan. Yo me retiro para que se maten queso por allá.

Y salí corriendo. Sabía que más atrás venían Lola y Juan Pablo que tampoco se iban a calar esa vaina, a lo que tomé las llaves del carro, mis zapatos para el frío y mi abrigo, abriendo la puerta en un traqueteo mientras escuchaba más allá la voz de Juan Pablo que gritaba que le diera las llaves.

No sea pendejo él. Él tiene jeva, yo no. Se podían a ir a buscar la inmortalidad del chigüire para el bosque que está ahí mismito y ver que consiguen. Igual, una cosa:

Yo podré no ser virgen, pero yo no voy ver ni escuchar ese traquiti traquiti en mi presencia. Lo lamento.

Primero mi soltería con inocencia disfrazada que escucharlos romper alguna vaina por ahí, nununu.

Salté no sé cómo coño desde el segundo escalón de las escaleras siendo yo una enana de 1.69 metros de altura y me reí malvadamente corriendo hacía el carro, pero me replanteé la vaina al ver al mastodonte de Juan Pablo con sus zancos llamado piernas. Ay no.

Queens Of Noise ||  Moreau's ©Where stories live. Discover now