Extra: no name

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Nobody's perspective

El sonido del tren entraba por mis oídos, la gente a mi alrededor estaban tan callada que todo era tan... raro.

Por alguna razón el silencio me incomodaba, la tranquilidad me desesperaba y sentía una falta de adrenalina, aunque sea una pequeña sacudida por parte del tren.

Pero no había nada, todo estaba jodidamente tranquilo.

No sabía a donde iba, supongo que estaba tratando de encontrarme.
Desde que tengo memoria, o bueno, desde que la recuerdo, había estado tratando de encontrarme, no sé si en un lugar, en una persona, en un objeto, en un animal, en una sinfonía, no importaba en qué.

Solo quería encontrarme en algo.

El tren se detuvo, habíamos llegado a una parada.
Observé a mi alrededor para ver si había algo que hiciera que me quedara, pero como siempre, no había nada.

Erguí mi espalda que había adoptado una mala postura en el lapso de tiempo que había estado perdida en mis pensamientos, fue entonces cuando mis ojos enfocaron la parte trasera de una figura masculina.

Él llevaba un traje negro, su cabello era corto, tan corto que no había mucho que observar, pero aún así observé detalladamente cada parte de el.
El tren está casi lleno, así que no tuvo más opción que sostenerse de un cilindro de metal, no pude observar nada más de él, pero me moría de ganas por hacerlo.

Varios metros fueron devorados por el hambriento tren, al igual que yo había devorado cada parte del espaldar de aquel pelinegro.

Uno de sus brazos estaba levantado hasta la altura de su pecho, sostenía algo que aún no podía ver.
Finalmente, después de unos cuantos metros más, el tren se había vaciado un poco.

Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando empezó a girarse, la escena pasó en una horrible y desesperante cámara lenta, ¿Por qué? Realmente no lo sé.

Las ansias hicieron que empezara a parpadear con descontrol, mi pierna se movía nerviosamente y mis ojos pedían a gritos poder observar el rostro de aquel misterioso sujeto.

Después de lo que pareció una eternidad, finalmente el giró.

Rasgos asiáticos.
Lentes elegantes.
Corbata azul.
Camisa blanca.
Rostro limpio.
Un libro reposando en sus manos.

No podía explicar lo que sentía, solo deseaba desesperadamente que el posara su mirada en mi, que estuviera tan centrado en mi y no en ese maldito libro.

"¡Mírame, estoy aquí!"

Grité internamente.
Por supuesto, él no lo escuchó,.

Los metros seguían siendo siendo atrapados, él no había movido su vista de aquel trozo de papel y yo no había podido mover mi vista de su estadía, de su presencia, de él.

¿Quien eres?
¿Por qué no puedo dejar de observarte?

Como si mis preguntas hubieran sido escuchadas por su subconsciente, él levantó su mirada, chocandola con la mía.

Mi alrededor se detuvo.

Una vieja nube de sentimiento invadió mi interior.
Un viejo sentimiento de dolor mental.
Una vieja sensación de dolor físico.
Una vieja sensación de humedad en mi rostro.
Un viejo sentimiento de culpa.
Un dolor antiguo.

Fue como si las emociones de alguien más se hubieran activado ante aquel contacto visual.

El pelinegro dejó de lado su libro e hizo lo último que esperaba. Se levantó de su asiento y desesperadamente avanzó hacia mi lugar.

Sentí miedo así que reaccioné sin pensarlo.
El tren frenó y bajé en aquella parada que conocía perfectamente, ahí no terminó, el pelinegro también bajó y corriendo de la misma forma que yo, empezó a perseguirme por la estación.

Todo era tan ridículo, no lo conozco, ¿por qué me persigue?

No tuve tiempo de pensar, subí los escalones del subterráneo hacia la superficie.
Me quedé inmóvil por unos segundos mientras mi vista buscaba con desesperación a aquel auto negro que me sacaría de esto.

Escuché pasos acelerados detrás de mi.
Era aquel asiático y estaba a punto de alcanzarme.

Volví a girar el rostro y un metal negro de gran tamaño se posó frente a mí.
Era mi salvación.

La puerta se abrió y subí, por el vidrio pude ver como aquel elegante hombre me buscaba con la mirada.
No quería escapar de él, probablemente no lo vería denuevo, la sensación que me causó con una mirada fue como si finalmente hubiera encontrado aquello que tanto buscaba.

"Porfavor, encuentrame otra vez."

Volví a decir solo para mi, y si, nuevamente fue como si el hubiera podido escucharme.

El auto arrancó y durante los últimos segundos de estadía, mi ojos volvieron a encontrarse con los suyos, todo volvió a congelarse por unos segundos, pero luego se desconectaron y el mundo siguió con su tarea de acabarnos a todos.

—No podías salir, y aún lo hiciste.

Aquella mujer de edad mayor que yacía en la parte delantera del auto, hizo su mejor intento de ragaño.

—No seré tu prisionera, mucho menos la de tu esposo.

—Tu padre.

—No es mi padre, ni tu mi madre, no los conozco. —bufé a la defensiva.

—Aún así estas en mi auto, quedándote en mi casa y portando nuestro apellido. —las arrugas de su frente se marcaron sutilmente.

No respondí y solo espere hasta llegar al edificio más ridículamente alto de esta ciudad que era tan igual a todo.

Las puertas negras se abrieron automáticamente, el ascensor nos llevó a mi y a aquella anciana a la punta del edificio, lugar que daba acceso a toda la parte delantera de la ciudad.

En cuanto entramos, pude ver de espaldas a aquel anciano que conocía perfectamente, al que decía ser mi padre, pero a quien no recordaba, ni tampoco quería.
No tuve más opción que caminar a su lado junto a aquella mujer que vestía de blanco, como si estuviera apunto de casarse.

Mi mirada se posó en aquella enorme ciudad, pero bastaron dos segundos para que pudiera enfocar a la lana de figura a la que ya conocía.

Un hombre alto, esbelto y que siempre vestía de negro, sentado frente a un viejo ascensor, tal y como siempre lo hacía, cada día, desde que tengo memoria.

Siempre estaba ahí por horas, como si esperará algo o a alguien, pero eso nunca llegaba.

Sentí un fría mano en mi hombro, era lo que aquella anciana llamaba mi padre, pero solo lo había conocido hace unos meses.

—Abigail, ¿donde estabas?

Su voz me resultaba molesta, pero más que eso, el hecho de que me llama por un nombre que no me pertenecía, un nombre que no era mío y un nombre que iba a aceptar.

Yo tenia un nombre, yo tengo un nombre.

—Te lo dije, Reginald, ese no es mi nombre.

Él volvió su mirada hacia la vista y retiró su mano de mi hombro.

—Entonces, ¿cuál es? —preguntó.

Dejé de observar a aquel chico y pasé a ver a aquel anciano.

—Laís. —dije fuerte y claro. —Mi nombre es Laís.



NO TENGO UNA EXPLICACIÓN PARA ESTO, SOLO SE QUE HABRÁ UNA CUARTA TEMPORADA Y NO QUIERO SOLTAR ESTE FIC.

Por cierto, hola :p

El Último Apocalípsis | Ben Sparrow [✔️]Where stories live. Discover now