1.- Los corazones rotos piden venganza.

13.7K 1.1K 171
                                    


Antonella Lombardi.

Observo mi reflejo en el gran espejo que hay frente a mí. Recorro cada detalle, cada pequeña piedra incrustada a lo largo del precioso vestido que porto.

Mi cabello se encuentra recogido, lo he dejado crecer durante el último año especialmente para este día. Un moño se forma en la parte posterior de mi cabeza, en el sitio en donde el gran velo brillante se encuentra sujeto.

Una sonrisa se extiende por mis labios mientras volteo, encontrándome con la mirada del hombre que me ha cuidado como un padre. Mi tío Ángelo me devuelve la sonrisa, la emoción desborda en su mirada azul claro se vuelve cristalina por las lágrimas que seguramente está conteniendo.

—Prometiste no llorar, tío —le recuerdo girando para quedar frente a él.

—¿Puedes culparme, desastre? —inquiere acercándose. Sonrío ante el mote cariñoso que ha usado conmigo y con mis hermanas desde que llegamos a su casa —te vas a casar, parece que fue ayer cuando eras una adolescente rebelde.

Me rio, bajo de la plataforma con su ayuda y cuando estoy estable en el suelo, lo abrazo. Envuelve las manos alrededor de mi cintura mientras me apega a él, su colonia almizclada me hace sentir segura, en casa.

El tío me ha cuidado desde que tengo dieciséis, y ahora, casi diez años después, sigue cuidando de mí como en ese momento.

—Tu padre estaría tan orgulloso —dice con una sonrisa sincera. Tomo una inhalación ante la mención de papá —y tu madre estaría tan, pero tan orgullosa de la maravillosa mujer en la que te has convertido.

Parpadeo, intento alejar las lágrimas que bordean mis ojos y apenas lo consigo. La muerte de mis padres es algo que aún después de años, no he conseguido superar. He ido a terapia, he tomado largas sesiones con los mejores psicólogos, pero tal vez una parte de mí no quiere dejar ese hecho atrás.

—Creí que ninguno lloraría —la voz de Daphne, mi tía y la mujer que ha sido como una madre, se deja escuchar.

Me limpio las lágrimas con discreción, intentando no arruinar el maquillaje,

—Oh, cielo. Estás preciosa —dice acercándose con el elegante vestido rojo que porta —luces como toda una reina.

—Gracias, tía —respondo con una sonrisa aceptando el abrazo que me ofrece.

—Dios, me pone tan nostálgica verte así —admite —aún te veo como mi niña.

—Siempre seré su niña —aseguro —aún cuando me convierta en una mujer felizmente casada.

La puerta de la habitación en la que me encuentro se abre. La organizadora ingresa con una sonrisa radiante.

—¿La novia está lista? —inquiere —tu auto espera afuera, listo para llevarte a la iglesia.

Tomo una inhalación, permitiéndome sentir tantos nervios como nunca en mi vida. Volteo hacia el gran espejo, mirándome por última vez antes de volver la atención a la mujer.

—Estoy lista —mi tío me ofrece su brazo, doy un par de pasos hasta conseguir estar lo suficientemente cerca como para cruzar mi brazo por la curva de su codo.

Mientras salimos de la habitación, me siento como siempre esperé hacerlo. No aparto la sonrisa de mi rostro, dicen que las bodas son probablemente el día más feliz en la vida de una mujer, o de cualquier persona que haya anhelado casarse, y justo ahora...justo ahora creo que es una entera verdad.

Mientras subo al auto, mientras acomodo el precioso vestido en los asientos y observo a mi tío colocarse a mi lado...sé que definitivamente este va a ser el mejor día de toda mi existencia.

De una boda y otros desastres. (SL #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora