33.- La mejor versión para ofrecer.

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JAMES.

Hay un leve pinchazo de dolor en mi pecho cuando me marcho de la casa de Antonella al anochecer, pero esta vez hay algo distinto.

Luego de quitarme de los casinos, fui a casa de mi madre. Ella entendió que algo ocurría sin haber dicho ni una sola palabra, supo que tenía todo que ver con la mujer que se ha adueñado de mi corazón.

Me sentía enojado, frustrado, tan decepcionado de no haber tenido una confianza absoluta por parte de la mujer que decía quererme, pero luego lo recordé. Recordé que yo también sentía tanto por ella mientras le mentía mirándola a los ojos.

Recordé que ella, a pesar de todo, decidió perdonarme, decidió permitirme continuar a su lado, ¿con qué derecho entonces puedo yo enfadarme ante su reacción?

"Ha pasado por mucho siento tan joven, James. Hay heridas que nunca sanan, ella tiene que aprender a vivir con eso. Déjala saber que la amas tanto como para desear que sus heridas sanen, que puede curarse a sí misma y aún tenerte a su lado"

No quise aceptarlo de inmediato, pasé los siguientes dos días dándole vueltas al mismo asunto, tratando de convencerme que tal vez aún podíamos continuar como si nada hubiese pasado, olvidarnos del pasado y enfocarnos en un futuro.

¿Pero como hacerlo con tanto dolor de por medio?

—Volviste —Ross me saluda apenas abro la puerta del hogar —¿Qué tal estuvo?

—Hablé con Antonella —arquea la ceja, deja su tarea de prepararse una especie de sándwich y fija su completa atención en mí —estaba en el cementerio, muy cerca de la tumba de mi padre. No pude evitar acercarme y escuchar lo que decía, fue entrometido, lo sé.

—¿Y qué ocurrió?

Sonrío levemente —Me di cuenta de que ella es la mujer que quiero en mi vida, Ross. Me di cuenta que no deseo tener a nadie más en mi vida, solo a ella. Pero cuando la escuché hablarles a sus padres, mientras lo hacía...me di cuenta que mi madre tiene razón. Antonella merece sanar, hacerlo sin presiones, y yo la quiero tanto como para poder oponerme a eso.

Una mirada comprensiva es lanzada hacia mí.

Pasé los últimos dos días tratando de convencerme que podíamos solucionar lo que sea que estaba pasando entre nosotros, que no tenía porque significar fracturas en nuestra "relación", sin embargo, es una verdad innegable que dos corazones rotos no pueden curarse entre ellos.

Nunca quise darle la razón al hijo de perra de Bianchi, sé bien que lo que dijo sobre Antonella no es verdad. Ella es mucho más que solo un complejo, ella es tan maravillosa, tan increíble, pero está envuelta en una nube que no le permite verlo.

Y necesita salir de ahí, por mucho que yo quiera apoyarla, es algo que ella necesita hacer sola. No puedo continuar a su lado siendo consciente de que sus heridas y temores aún van a acompañarla.

Centro la atención en Ross, aún tiene la mirada comprensiva, esa que me impulsa a hablar.

—Va a dolerme no estar a su lado, Ross, va a doler como los mil infiernos, pero...me destrozaría saber que mi egoísmo le hará más daño. Quiero que sea feliz por ella misma, sin necesitar a nadie más.

—¿Y qué hay de ti?

Sacudo la cabeza, camino hasta los sillones y me dejo caer con descuido contra uno de ellos. Realmente ahora me encuentro en un punto incierto, en uno en donde tampoco sé qué dirección debo tomar.

Antes de Antonella, tenía planes. Quería un ascenso, quería sobresalir en Ciao Mondo, quería ser un reportero conocido, editor de una gran revista. ¿Ahora? Ahora no sé que es lo que deseo hacer. O en realidad, sé lo que deseo, más no la forma para conseguirlo.

De una boda y otros desastres. (SL #3)Where stories live. Discover now