3.- El dolor es una daga mortal.

10.4K 1K 88
                                    

Antonella

Lanzo la revista contra la perfectamente pulida superficie del escritorio.

—Vamos a demandarlos —sentencio.

—No podemos hacer eso —señala el tío Franco, y el también abogado de la familia —no hicieron nada...ilegal.

Dirijo la atención de nuevo a la imagen que se muestra en la portada. La fotografía de mi tío Ángelo sacándome en brazos me apretuja el corazón. El sentimiento doloroso, ese que he estado intentando esconder, vuelve más fuerte.

Parpadeo, alejando las lagrimas y volviendo la atención a los hombres frente a mí.

Mis tres tíos me observan con comprensión, agradezco que no sea la mirada de lástima que todos me han dado desde que salí de la iglesia, me hace sentir menos miserable.

—Todos quieren la exclusiva, los reporteros siguen en la entrada —señala el tío Antoni —a pesar de que hemos dicho que no te pronunciarás al respecto, siguen insistiendo.

—¿Por qué no lo molestan a él? —inquiero en un hilo de voz.

—Sus abogados salieron a decir que no darán ninguna entrevista, y nadie quiere saber lo que piensa el cabrón —el enojo se filtra en su voz —todos quieren saber lo que tú piensas.

Una punzada me atraviesa el pecho, ¿qué pienso? Todo.

He pensado en todas las cosas que pude haber hecho mal para que Leo me dejara, he ideado mil maneras de encontrar una excusa, una razón que me permita entenderlo. Lo he llamado para gritarle y cuestionarle, para decirle que no merecía eso, lo he llamado tantas veces que he perdido la cuenta, pero no ha tomado ni una sola de mis llamadas.

Sus padres tampoco dan la cara, luego de la boda, el tío Ángelo los enfrentó, tenemos lazos comerciales que se rompieron esta mañana, pero todo trato ha sido con los malditos abogados.

—No les importa lo que yo piense, les importa vender la historia —la amargura tiñe mi voz —no les importo, ni yo, ni lo que pueda sentir. Solo quieren ganancias, y esa maldita fotografía se las está dando.

—Anto...

—Solo quiero que esto acabe —un suspiro derrotado brota de mis labios —si pueden hacer algo para que las imágenes dejen de salir y los reporteros se vayan...se los agradecería.

No les doy oportunidad de replicar, les doy la espalda y salgo de la oficina. Tomo una larga y profunda inhalación cuando estoy fuera, me apoyo contra la madera de la puerta y cierro los ojos.

Permanezco en la misma posición por al menos un par de minutos más, siendo capaz de escuchar la discusión que se desata al otro lado de la puerta. Me aparto cuando se vuelve intolerante, y me voy hasta la que era mi antigua habitación.

Me había mudado a un departamento cuando comencé la universidad, sin embargo, con todo el asunto de la prensa y mi desastrosa boda, opté por volver al sitio en donde podía encontrar un poco de tranquilidad, no pensaba regresar al departamento que compartí con Leo, no soy tan valiente.

Cuando llego a la habitación, voy en busca de mi teléfono. Tengo muchas notificaciones de personas mencionándome en los posts de Facebook e Instagram, y varios chats de "amigos" que enviaban textos solo para conocer el "desafortunado" acontecimiento.

No tengo ánimos de contestar ninguno, así que voy directamente al único chat que me interesa. Me prometí que no lo llamaría, que no le daría el gusto de escucharme destrozada, pero no he podido evitarlo.

Mis ojos viajan por el último mensaje que permanece sin leer. Ese en donde le estoy suplicando que me llame, prometí que no lo haría, sin embargo, una parte de mí todavía siente que lo necesita, y es por su causa que me salgo del chat, y marco su número.

De una boda y otros desastres. (SL #3)Where stories live. Discover now