Sábado 15 de Septiembre de 2001, Tow Law

21 4 3
                                    

Tras pasar medio año solos contra el mundo, Luka y Kaiden parecen haber encontrado un lugar seguro: en Tow Law, al límite de sus energías, son acogidos por los agentes de Santuario. Pero lo cierto es que a esta historia le falta mucho por terminar...


—Hola, cielo.

—Carlos. Suenas agotado.

Carlos sonrió. Era como se sentía: agotado. Y tenía la impresión de que aquello no había hecho más que empezar.

Viajar de Liétor a Madrid, de Madrid a Londres, y de Londres a Tow Law ya había sido agotador. Los viajes rápidos siempre lo eran. Pero encontrar a esos chicos, sentir su pena, su desesperación... sentir el débil hálito de vida que quedaba en el pequeño, la completa desolación del mayor... Aquello había hecho mella.

Había empáticos que sentían lo de los demás sin querer, y estaban constantemente bombardeados por las emociones de otros. Carlos era distinto: tenía que abrir a conciencia sus sentidos. Estaba adiestrado para hacerlo siempre que buscaba un dotado a la huida, o escondido, para detectar su miedo, su cuidado, incluso su esperanza.

Estaban tan mal que el hombre había procurado mantener su empatía abierta, para ayudar a superar los baches. Ahora solo quería cerrarse y dormir.

Por supuesto, primero tenía que hablar con su esposa.

—¿Lo has encontrado? —inquirió Sandra ante su silencio.

—Sí. Sí, ya está. Creí que los habríamos perdido, pero el Rastreador estaba en lo cierto: enviar agentes en varias direcciones desde Hexham fue una buena idea.

—Has dicho «los». Es decir, que son varios.

—Dos. Pero solo uno es un dotado. Al menos eso creo. Son hermanos. El pequeño debe tener tres o cuatro años, pobre criatura; es el que tiene poder. El otro debe ser de la edad de Lluvia, puede que un poco más. Parece muy mayor para su edad. Ahora están durmiendo.

—¿Tan jóvenes? Deben estar asustados.

—Lo están. El pequeño... Dios. Estaba casi muerto.

—Carlos...

—Ahora está bien. Toni se ha ocupado. Él también está frito, pobre desgraciado.

—Y tú estás deseando meterte en la cama.

—Estoy deseando meterme en la cama con mi mujer, pero como eso no va a poder ser, sí, me acostaré solo y sufriendo.

Sandra rió. Ella también sonaba cansada, no obstante. Tenía que cuidar de Océano, que solo tenía unos meses. Si aquella misión no hubiera sido tan apremiante —el poder detectado era muy raro e increíblemente útil—, Carlos hubiera estado ahí para repartir el trabajo.

Por suerte tenían a Lluvia, que, aunque solo tuviera catorce años, estaba más que dispuesta a cuidar de su hermanito pequeño. Su hija no sabía lo que eran los celos.

Lluvia de Marzo: El Otro LadoWhere stories live. Discover now