Miércoles 9 de Enero de 2002, Liétor

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En Carcassone, los chicos permanecen en la residencia, acostumbrándose a las normas y el ir y venir de la gente. Luka estudia con Yves; Kaiden lo hace con Lluvia. Pero una vez tienen una conversación, una confesión imprevista: una vez, él mismo se ofreció para matar a alguien.


Kaiden había colgado.

Le había colgado en la cara, y en el peor momento posible.

Lluvia se sentía traicionada.

Permaneció allí delante un rato, sin atreverse a salir de su cuarto, sin atreverse a moverse, pero el tumulto que tenía dentro no se calmaba... y necesitaba que lo hiciera.

Nunca había pedido ayuda de esa clase, pero sentía que no tenía otra salida.

Se levantó y salió de la habitación.

—Papa...

Su padre estaba en su dormitorio, pero debió oírla llamar, y algo en su voz, en su tono, en el modo en que lo dijo, lo hizo saltar de su asiento.

—Lluvia —jadeó, saliendo al corto pasillo que unía las habitaciones—. Lluvia, cielo, ¿qué pasa?

—Kaiden... —musitó; tenía las mejillas bañadas en lágrimas y no podía parar de llorar—. Kaiden me ha colgado la videollamada cuando... Él... me preguntó...

La muchacha no podía hilar las frases. Muy preocupado, su padre la abrazó. Aunque solía ser muy respetuoso con las emociones de su familia, empujó sus sentidos para ver.

Y vio. Vio algo que iba más allá de la sorpresa. Estupefacción, y traición, y dolor.

—¿Qué ha pasado? —musitó—. Cariño, ¿qué ha sido?

La chica respiró hondo antes de volver a intentarlo.

—Me preguntó sobre... los licántropos —explicó—. Pensé... que quizá, para... quitarse esa tontería de que es... normal, y, no sé, traumas tontos, pero no... era porque...

Cerró los ojos, reviviendo esa conversación.

—Vio uno como templario, y... y dijeron de matarlo después de su transformación, y él... ¡él se ofreció voluntario como los demás! ¿¡Cómo es...?!

Dolía solo pensarlo. ¿Cómo podían no tener corazón? Tras la luna llena, el hombre lobo solo era una persona débil y muy asustada.

Charles respiró hondo, le acarició el pelo.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó con tacto—. ¿Un poco?

Lluvia asintió con desespero.

—Por favor —rogó—. Yo... después de eso... me colgó, dejándome... llorando, con... la palabra en la boca.

—Ssshhh...

Charles no cambió la traición que sentía, ni la rabia, ni el enfado, ni la estupefacción. No obstante, trajo calma, serenidad, la fuerza suficiente para verlo con otra perspectiva. Hizo que doliera un poco menos, suficiente para que su hija, tan madura, tan empática, fuera capaz de tranquilizarse.

Poco a poco, el estrés, los nervios y la ansiedad fueron reduciéndose. No desaparecieron, porque no era así como trabajaba, pero su padre lo hizo más manejable. La chica se frotó los ojos e hipó por el llanto.

—G-gracias —musitó.

—De nada, mi vida. —El hombre la besó en la cabeza—. ¿Quieres que nos sentemos?

Lluvia asintió, y su padre la entró en el dormitorio y la llevó hasta la cama para sentarse juntos.

—Muy bien —dijo suavemente, rodeándole los hombros con un brazo—. ¿Cómo estás ahora? ¿Mmm?

—Mejor —aceptó ella en un susurro—. Siento haber venido así, pero... la situación me estaba sobrepasando.

—Bueno, me parece comprensible. Y no has podido decirle lo que pensabas al respecto.

Lluvia negó. No había podido decir nada. Aun así, ¿qué habría dicho?

—No pensé nada bueno en un primer momento —confesó—. Me siento decepcionada. Pensaba que él no se habría unido al coro. Quiero decir, el maestro preguntó quién quería matarlo, y él se ofreció como el resto.

Charles asintió.

—De acuerdo —dijo—. Tú crees, estás convencida de, por ejemplo, la naturaleza benévola del fénix. ¿Verdad? —La muchacha asintió—. Nunca dudarías de ello. Es lo que crees y lo que has creído siempre. ¿No es cierto?

—Sé por donde intentas ir... —Lluvia apartó la mirada—. Pero no deja de ser...

—Claro, desde tu punto de vista. Y desde el suyo, cuando era un niño, todo lo que conocía era... esto. El... adoctrinamiento. El mal. ¿No es así? Así que, incluso cuando veía algo que parecía inocente, lo único que sabía... desde su punto de vista... es que era maligno. Igual que tú lo ves y sabes que es bueno.

—Ya lo sé, pero imaginarle... haciendo algo... ¡Ni siquiera sé si él...! Si fue él...

—Quizá sería buena idea preguntárselo.

—Y si lo fue, ¿qué?

—Si lo fue, tendrás que decidir si se lo perdonas o no.

Lluvia se puso el pelo detrás de la oreja, respirando hondo varias veces. Aunque más calmada, seguía igual de confundida que antes.

—Yo... no sé... el hecho de saber que se ofreció voluntario...

—Bueno. Eso también es algo que tienes que decidir si le perdonas.

Lluvia de Marzo: El Otro LadoWhere stories live. Discover now