Jueves 10 de Enero de 2002, Liétor

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Poco a poco, Kaiden va sacando la cabeza del océano de oscuridad que lo ha engullido. Pero no está siendo un viaje fácil. Quizá sea la parte más difícil de todas.


—Está mejor. Una conversación a distancia no hace milagros, pero ha sacado la cabeza del agua. La marea sigue siendo muy fuerte, no obstante.

La voz de Ètienne era calmada y cansada, y había una tensión subyacente que Charles podía reconocer. Puede que sus métodos fueran totalmente distintos, pero tenían la misma habilidad.

—Gracias por esto —le dijo al francés—. Es un buen chico, y me preocupa.

—Lo comprendo. Tendemos a pegarnos a la gente que sufre.

—Bueno, ahora me siento como un parásito.

Compartieron una carcajada. Algunos de sus compañeros podían llegar a serlo; se entregaban a personas que sufrían, sí, intentando aliviar aquel dolor, pero también los había que se enganchaban, como sanguijuelas, a los que eran más felices, y llegaban a drenarlos de toda la alegría.

Ser empático parecía algo muy útil y muy bonito, casi heróico, pero no lo era.

Carlos sacudió la cabeza.

—¿Cómo lo llevas? —preguntó, y Ètienne suspiró.

—Es difícil —confesó como solo se confesaría con un igual—. Ha sido una oleada muy fuerte.

—Comprendo. ¿Qué necesitas?

—¿Desde...? ¿Dónde era?

—Liétor.

—Ni siquiera sé dónde queda eso. Es poco probable que puedas hacer nada por ayudar, pero te lo agradezco.

—¿Un par de días?

Al otro lado del teléfono, el hombre se quedó callado. Carlos suspiró.

—Me gustaría ir y echar una mano —explicó—. Un par de días, tal vez, para que te... repongas. No tengo tus mismas cualidades, pero puedo ayudar un poco. Y ya conozco al chico. Lo he visto en momentos muy bajos.

—Sí, tú lo encontraste. Aquel momento debió ser terrible.

—Creía que el crío estaba muriéndose.

—Joder.

—Sí. No fue bonito.

—Sin duda, tienes mejor protección que yo contra las crisis.

—Es una forma muy bonita de verlo, gracias.

Volvieron a reír. Ètienne suspiró.

—Si vinieras a ayudar a capear este temporal —dijo—, sería bueno para todos los implicados. Incluyendo a los chicos. Entre otras cosas, hay una fuerte sensación de desamparo.

—Joder. Había esperado que la familia los ayudara, pero...

—Te conocen, y sospecho que confían en ti. Sería buena idea que pudieran pasar unos días contigo.

—Entonces lo prepararé todo. Te diré cuándo llego.

—Bien. Gracias, Carlos.

Lluvia de Marzo: El Otro LadoWhere stories live. Discover now