Lunes 21 de Enero, Carcassonne

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Ser el terapeuta de un niño de cuatro años no es fácil. ¿Cómo consigues que hable de aquello que no quiere recordar? Por suerte, los dotados tienen sus mecanismos: Melina es hipnotista, y su trabajo es llevar a Luka de viaje por su memoria.


Melina le sonrió al niño, intentando tranquilizarlo, pero incluso para ella era evidente que estaba en guardia cerca de los adultos, sin su hermano. ¿Y quién podía culparlo? Incapaz de resistirse, estiró la mano y le acarició la cabeza. Luka no se movió.

—Todo va a ir muy bien —le prometió, pero lo hizo en griego, así que era difícil que él entendiera nada.

Las lenguas no eran su fuerte. Por suerte, cuando utilizaba su poder daba igual el idioma en el que hablara.

Comenzó a dejarlo fluir. Lo veía como una especie de humo, como las volutas del incienso. Se deslizaron desde ella y se dirigieron, suave y lentamente, hacia el niño, para envolverlo y acunarlo.

—Mírame —pidió en voz baja, y Luka lo hizo—. Qué buen chico. Todo está bien. Déjate ir. Eso es. No hay nada que temer, ¿no es verdad?

Estaba segura de que Ètienne estaba ayudando a mantenerlo tranquilo, pero pronto dejó de hacer falta. El humo estaba en el niño tanto como en ella. Melina le acarició la cabeza de nuevo.

—¿Estás bien? —preguntó.

Tha —musitó el pequeño, con los ojos entrecerrados.

—¿Cómo te llamas?

—Luka.

—¿Tienes familia?

Tha.

—¿Y quién es?

—Kai. Bràthair.

—Necesito que hables en inglés. ¿Puedes hacerlo?

—Sí.

—¿Quién es Kai?

—Mi hermano.

—Muy bien.

Echó una mirada a los dos hombres, que permanecían a un lado. Toussaint escribía en su tablet; Ètienne, no obstante, permanecía con los brazos cruzados, la mirada atenta y el corazón abierto. Claro que le resultaba difícil hacer otra cosa.

La gente tenía una idea muy equivocada del hipnotismo. Creían que uno tomaba control sobre otra persona y podía hacer lo que quisiera con ella. Melina suponía que algunos eran así de grotescos, pero en general había que mantener una conexión basada en la integridad: no podía obligar a Luka a hacer algo que no hiciera por sí mismo... y a ella le gustaba más la palabra persuadir.

Sí, la persuasión era mejor que la fuerza.

—Quiero que vengas conmigo —le pidió suavemente—. Un viaje, tú y yo, pero un viaje muy especial. ¿Está bien?

—Sí.

—Iremos a ver a dos hermanos, como Kai y tú. Pero además es un viaje al pasado. ¿No es excitante? —El niño parpadeó sin decir nada—. Yo te guiaré, pero tú conduces, ¿de acuerdo?

—No sé conducir.

—Yo te enseño, verás que es muy fácil.

Lo cogió de la mano y comenzó su trabajo. Nadaron a través de los recuerdos, marcha atrás. Viajaron por los campos y se colaron en las casas. Comieron sobras y tuvieron pesadillas. Leyendo cada recuerdo, cada pensamiento, Toussaint se frotó el estómago, apretando los labios; sintiendo cada emoción y cada temor, Ètienne acabó sentándose.

Retrocedieron más y más, hasta que llegaron al bosque de Templeton Woods, donde un niño muy asustado se aferraba a su hermano mayor buscando consuelo, buscando respuestas que no existían.

—Vamos un poco más allá. ¿No quieres ver lo que les ha pasado?

—No.

—Pero seguro que es muy interesante.

—No.

—Está bien. ¿Y si damos un paseo?

Esta vez, Luka accedió. Podría haber forzado un poco más la maquinaria, Melina lo sabía, pero no le gustaba trabajar así. En cambio, dejó que la llevara por las calles de Muirhead, en recuerdos difusos que su consciencia también había bloqueado.

La mujer lo invitó a seguir un recuerdo distante, de cuando todavía no caminaba muy bien. Kaiden lo había llevado de la mano, siguiendo su paso con calma, hasta una tienda de golosinas. Después le había dejado elegir cinco chucherías, a él, un niño de dos años y medio.

—Dijo que sería nuestro secreto —susurró Luka.

—No se lo diré a nadie, lo prometo —aseguró Melina—. ¿Luego volvisteis a casa?

—Sí.

—¿Por dónde es?

El niño parpadeó. Por un momento, ella creyó que no iba a llevarla, pero finalmente suspiró. A través de su boca, describiendo cuanto veía, Luka lo llevó hasta el hogar en el que había nacido, con su jardín, sus dos plantas. Allí vivía el abuelo, siempre enfadado por algo, y también los padres de Kaiden.

Melina encontró muy interesante que se refiriera a ellos como los padres de Kai. Hablaba mucho del trato que habían tenido con él.

—¿Luka?

—¿Sí?

—Tengo que marcharme, pero me gustaría seguir desde aquí otro día. ¿A ti te gustaría? ¿Seguir viajando conmigo?

—No sé.

—Ya verás que estará muy bien. Me ha gustado mucho hacer esto. ¿Mañana continuamos?

—Vale.

—Estupendo. No te vas a acordar de esto, no obstante. Una pena, ¿verdad?

—No sé.

—Pero mañana continuaremos justo aquí, en este precioso jardín, y conoceremos a estas personas. A los padres de Kaiden. Y seguiremos viajando. Será muy divertido. ¿Estás listo?

—Sí.

—Muy bien, voy a contar hasta cinco. Cuando lo haga, habremos vuelto aquí, a Carcassonne, 21 de enero de 2002. ¿Preparado? Vamos allá.

Lluvia de Marzo: El Otro LadoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum