Viernes 11 de Enero de 2002, Liétor

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Lluvia y Kaiden han hablado y arreglado las cosas. Siguen siendo amigos, aceptando los errores del pasado. Puede que él todavía esté muy hundido, pero está mejorando. Poco a poco, está mejorando.


Se había dormido con la videollamada encendida, pero cuando sonó el despertador y Lluvia abrió los ojos, solo quedaba un mensaje en la conversación:

[01:49] LukayKaiden: gracias

La noche anterior apenas había dormido, y había pasado el día en tensión, dando vueltas a las mismas cosas, las mismas dudas. Había llorado y se había enfadado, y solo después, más calmada, había sido capaz de hablar con Kaiden.

Estaba agotada, le dolía la cabeza y no tenía ni pizca de ganas de ir al instituto, pero era viernes y no tenía ninguna razón de peso para saltarse las clases. No es que lo hiciera a menudo.

Salió de la cama como buenamente pudo, cogiendo el móvil y arrastrando los pies para salir de la habitación. Se sentía como un zombie. Estaba cansada... muy cansada.

—Buenos días, Lluvia —saludó su padre desde el dormitorio; debía haber oído su puerta.

Cuando el hombre asomó la cabeza, la chica contuvo lo mejor que pudo un enorme bostezo e intentó sonreír.

—Buenas, pa.

—Bueno, alguien tiene sueño, ¿no, cielo?

—Ha sido un día duro, ayer, quiero decir.

—¿Acabó bien, al menos?

Lluvia asintió.

—Aunque no fui muy delicada con él —confesó.

—La delicadeza no siempre va bien.

—Me cansé de su actitud y le canté las cuarenta.

—Esa es mi chica. ¿Y qué dijo?

Le hizo un gesto para que entrara mientras seguían hablando.

—No me acuerdo de las palabras textuales, estaba muy enfadada y muy cansada. Pero ya estamos bien —respondió ella, siguiéndolo, y entonces vio la maleta abierta sobre la cama, casi llena.

—Aun así... —Charles la señaló con un gesto mientras abría la bolsa con el cargador del teléfono y el móvil de reserva—. He hablado con Ètienne, el que se encarga de ellos, y con Silvia. Voy a ir un par de días.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Kaiden no está del todo bien, y Ètienne tampoco. Tenemos el mismo poder, pero funciona diferente; yo tengo que abrirlo, y él tiene que cerrarlo. Está siendo difícil gestionarlo todo, así que voy a echar una mano. Cuando fui a decírtelo anoche, ya estabas dormidita. —El hombre sonrió.

Por todo ello, Lluvia se sintió culpable. Se frotó el brazo, nerviosa, y confesó:

—Fue... Todo ha sido por nuestra discusión.

—No, cielo.

Charles se acercó y la abrazó.

—No ha sido por vuestra discusión —le aseguró—. El problema viene de mucho más lejos. Puede que venga de antes de todo esto, antes de escapar. No es culpa tuya. Pero sin duda creo que eres parte de la solución.

—¿Parte de la solución...?

—Eres su amiga, ¿no es verdad? A pesar de todas las cosas. El pasado que tiene, las cosas que ha hecho, o no hecho.

—Sí, soy su amiga.

—Creo que eso es lo más importante. Ahora... —Señaló la maleta de nuevo—. ¿Quieres venir?

—¿Contigo? Pero... tengo... tengo clase.

—He hablado con tu madre y dice que está bien. Podemos avisar a tu profesor desde el coche. Y puedes dormir durante el viaje.

La chica boqueó varias veces. Sin duda, aquello no era propio de sus padres. Le estaban dando permiso para hacer novillos.

No obstante, al final rió con cierto alivio y sacudió la cabeza.

—Eres una mala influencia —dijo—. Pero me gustaría mucho poder verle en persona y arrearle un capón que se merece.

—En ese caso, tienes una hora para prepararte una maleta para el fin de semana. Y no se lo digas. —Charles le guiñó un ojo—. A ver qué tal le sienta la sorpresa.

Lluvia de Marzo: El Otro LadoWhere stories live. Discover now