51. Noche en el Golfo Pérsico

696 129 52
                                    

Por no hablar del hecho de que cuando su pierna estaba dentro, los dedos de Winston le sujetaban los pantalones casi hasta el tobillo y alrededor de la cintura, un toque que parecía dirigir el flujo de sangre por todo su cuerpo.

Lo que Hunter deseaba más que nada en ese momento era desmayarse inmediatamente.

No pudo mantener el equilibrio y, al caer hacia un lado, Winston alargó la mano y le tiró de la muñeca.

Fuerte y estable.

Cuando los pantalones estaban puestos, los dedos de Winston apretaron las esquinas de su camisa contra el cuerpo de Hunter y las presionaron contra la cintura de sus pantalones.

A través de la tela de la camisa, podía sentir también el calor de los dedos y la palma de Winston: delirante, muy caliente.

Hunter pensó que debía ser porque tenía calor.

Los dedos de Winston llegaron a la mitad de su cintura y abrochó los botones.

—Ya está.

El sonido ligeramente frío, despertó a Hunter de su sueño.

Dios sabe que no quería ir a una cena de mariscos ahora mismo, sólo quería sujetar los hombros de este tipo y hacer lo que quisiera.

Cuántas ganas tenía de correr al baño sabiendo lo que podía dejar pasar si cerraba los ojos y pensaba en la cara de Winston.

Marcus seguía implacable cuando Winston le quitó el teléfono de la mano.

—Hola, Sr. Marcus, soy Winston.

Hubo un silencio repentino al otro lado del teléfono durante tres segundos.

—Ah ...... Winston ...... ¿estás con Hunter?

—Sí. Se abotonó mal, así que tuvo un pequeño berrinche. Pero no tiene nada que ver con usted. Estaremos de vuelta en Nueva York a tiempo, por favor no te preocupes. ¿Hay algo más que necesite transmitir?

La voz de Winston era tranquila, pero tenía un efecto intimidatorio.

Marcus, que había estado parloteando sin parar, se calló de repente.

—Oh ...... no más ...... que tengas unas buenas vacaciones ......

—Adiós.

Winston empujó el teléfono y lo volvió a poner en la mano de Hunter.

—Vamos, el submarino nos está esperando. —Winston se dirigió hacia la puerta.

Hunter se apresuró a seguirlo.

Era la primera vez que Hunter subía a un submarino y se sentó en la ventanilla, con la frente apoyada en ella, mirando atentamente los restos de coral del fondo.

De vez en cuando pasaba algún pez y los ojos de Hunter los seguían.

Winston permaneció en silencio a su lado.

Cuando llegaron al restaurante submarino, Hunter soltó una exclamación de decepción.

—¿Te gustan los submarinos? —preguntó Winston.

—No puedo decir que me guste mucho, supongo, sólo pensé que era divertido.

Cuando era niño, su padre estaba tan ocupado que Hunter nunca había ido a un acuario.

—Conseguir un submarino tampoco sería una mala opción —dijo Winston en tono despreocupado mientras se metía las manos en los bolsillos.

—¿Comprar un submarino para qué?

¿Puedes no burlarte de mí?Where stories live. Discover now