87. Historia adicional: vacaciones de Navidad

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En el gimnasio, Hunter se ejercitaba en la cinta de correr, seguido por el preparador físico.

—¡Hunter, hoy estás en buena forma! Te has portado bien todo el día.

—¡No soy un niño! No soy un niño. —Hunter puso una mirada de total desagrado y dio a la otra parte un dedo medio.

—Debido a que Winston ha regresado al Reino Unido, has vivido solo durante un mes y te has levantado solo todas las mañanas. ¿No has llegado tarde ni un solo día?

—¡No es mi despertador electrónico! —Hunter detuvo la cinta de correr, bajó después de unos pasos y calentó lo suficiente para hacer el resto del entrenamiento.

—¡Pero aparte de él, no tenemos a nadie que te despierte! —El preparador físico seguía siendo implacable.

Hunter puso los ojos en blanco.

Por supuesto que no podía decirle al otro hombre sobre el acuerdo entre Winston y él.

Cuando Winston hizo las maletas para ir a Inglaterra ese día, Hunter estaba triste. Antes había estado solo, pero de repente tenía a alguien que le hacía compañía, con quien comer y dormir, con quien "hacer ejercicio", con quien acostumbrarse a la rutina casi obsesiva-compulsiva del hombre, y sintió el impulso de dejar atrás a Marcus y unirse a Ferrari.

Hunter siguió a Winston todo el camino. Hizo las maletas y Hunter se agachó para observar. Organiza la nevera para Hunter, y éste lo siguió. Entró en el baño y Hunter lo siguió, y justo cuando iba a entrar, Winston le puso la mano en el pecho y lo empujó hacia afuera de la puerta.

—¿Sabes que pareces un labrador abandonado por su dueño? — Winston se sentó en el sofá, mirando a Hunter con los brazos cruzados.

—¿Un labrador? Se supone que al menos soy un sabueso, ¿no?

—Sabes mucho de ti mismo. —Winston ladeó la cabeza, con una pequeña sonrisa en los labios.

A Hunter no le gustó, ¡qué labrador, qué sabueso!

—Ven y siéntate. —La voz de Winston era suave.

Era el tono más irresistible que Hunter había escuchado nunca, haciéndole casi olvidar que la noche anterior el hombre lo había inmovilizado a la fuerza contra la cama y lo había sentado por segunda vez. La segunda vez, fue la insoportable sed de Hunter la que lo hizo volcarse para bajar a beber agua, sólo para darse la vuelta y levantar las mantas y, de alguna manera, encender el fuego de Winston y ser tirado hacia atrás, casi rompiéndose las piernas y la espalda.

El nutricionista incluso dijo por qué Hunter había comido más que el año pasado pero no había ganado más grasa.

Hunter quería llorar, obviamente era porque quemaba más calorías por la noche, ¡bien!

—Oh. —Hunter se acercó al lado de Winston y se sentó.

Inesperadamente, Winston lo miró de soslayo: —No quería que te sentaras ahí.

El corazón de Hunter dio un ligero respingo y enseguida comprendió de qué estaba hablando el otro hombre.

—Me senté ayer.

—Hoy puedes sentarte en los pantalones. —Había una pizca de burla en la voz de Winston.

Hunter se sentó inmóvil a su lado. Todavía le dolía un poco la espalda.

—La señorita Anne está en camino, tal vez a diez minutos. ¿No quieres abrazarme en absoluto? —preguntó Winston, volviendo la cara hacia un lado.

Esa sensación de desgana volvió a invadir a Hunter y se levantó, sentándose encima de Winston.

Enfrentados así, sintiendo el aliento y el calor del otro hombre y la fuerza de sus manos sosteniéndolo, a Hunter realmente le gustaba.

¿Puedes no burlarte de mí?Where stories live. Discover now