Capítulo 11.

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No iba a desperdiciar sus vacaciones, realmente esa vez quería hacerle caso a las personas que se preocupaban por él, por tanto, como una oveja del rebaño más tranquilo se dedicó a mantenerse despreocupado, respirar hondo y dejar que el peso en sus hombros fuera menos. Aunque no lo aceptara la ciudad por si sola era un sitio estresante así que se dedicó a dejarse llevar y consentir por Edward, después de todo este era el más dispuesto a hacer sentir cómodo a Bruce. Quien pensaría que ambos hombres alguna vez se hallarían así pero eran los más conformes con ello.

Bruce a cada día perdía fuerza, lo que crecía dentro suyo la tomaba y le dejaba agotado. Ya no podía nadar mucho, el moverse ya no lo podía hacer tan a la ligera, su tipo de embarazo le provocaba una delicadeza hermosa, frágil, que casi le causaba sentirse de cristal. Era el resultado de todo y lo aceptaba, que su cuerpo cambiante no pararía de evolucionar, sorprendiendolo con nuevas cosas, haciéndolo experimentar una de sus etapas más aterradoras pero también más emocionantes. En el agua podía ver su reflejo y lo miraba de reojo de vez en cuando, desde cuando entró a nadar hasta que salió, cuando Edward le ayudó a salir y recostarse en la tela que habían colocado cerca. Se recostaron y miraron a los ojos, el aire caliente les ayudaba a no resentir tanto el cambio.


Eres un hombre encantador, Bruce. — Dijo Edward entre delirios propios de su cariño.

Quisiera, ser esa nube, — Alzó su mano, casi queriendo alcanzar y decir exactamente sobre cual nube se refería. — ese cielo azul.

Yo sería entonces, el sol que te iluminará. Las estrellas que te hicieran compañía durante la noche. — Bruce sonrió un poco, le agradaba esa idea. — Podríamos ser, dos nubes. Estar juntos y atormentar personas con formas inusuales. Una campana del apocalipsis, un potro de los jinetes del fin del mundo. — Cosas que jamás podría haber imaginado Bruce. Le gustaba la imaginación del villano. Le parecía un pensamiento inusual pero ingenioso, creativo e interesante.

Suena muy divertido. — Seguramente se sentiría aún más dichoso en ese amplio y extenso cielo del que se solía hablar. — Sería literalmente el cielo.

Lo sé. — Sonrió, un par de hoyuelos se notaron en sus mejillas, abrazó a Bruce, ambos rieron un poco, jugueteando como dos animales pequeños, siempre buscando estar cerca y poderse acariciar.


Edward tocaba la barriga de Bruce con regularidad, en muchos momentos del dia, había logrado hacer esa acción lo suficientemente casual para no generar miedo en Bruce, en esas vacaciones incluso el omega lo percibía como mimos especiales de ese viaje, en los que se sentía feliz. Esa tarde fue maravillosa y la noche aún más, pues las luciérnagas en el campo se podían apreciar con facilidad brillando ante la noche oscura. Tanto Bruce como Edward estaban acostumbrados a la oscuridad así que solo con las tenues sombras que provocaba la luz de la luna se encontraban bien, ambos caminaban tomados de la mano mientras se cuidaban el paso, de no caer en alguna madriguera de animal o tropezar con algo.



Sería bueno, si fuéramos los últimos hombres en el mundo. — Susurró Edward, hablando en voz baja por ninguna razón coherente, sólo le parecía que no quería irrumpir en la química de la escena.

Fuera de todo ese bullicio de la muchedumbre. — De una ciudad en constante cambio, un mundo que no paraba por ningún motivo. Se aferró a Edward, necesitando su calor aún por entre la noche tibia. — ¿Estarás para mi?

La justicia es...¿omega? (RIDDLEBAT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora