⏳︎| Como miel, dulce

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ESTE CUADERNO PERTENECE A CLARENCE DOMINIC.


Empecé a mentirle a todos a mi alrededor a una temprana edad.

Estar vivo luego de una caída tan desastrosa como lo había sido la mía, solo podía tratarse de un milagro. No creía en ellos hasta ese día, la palabra tiene un sabor fantasioso, como si hubiese sido creada específicamente para cuentos de fantasía, no creía posible que cosas de ese tipo pudieran ocurrir realmente. Hasta que desperté en una sala de hospital y todavía podía mover todas mis extremidades, entonces me di cuenta que la palabra no solo era fantasiosa, también era real.

La palabra "milagro" pasó de boca en boca, los doctores y enfermeras solían repetirla todo el tiempo, decían que el Dios al que creían me salvó y entonces me convencí de lo mismo.

Sin embargo ser producto de un milagro no eliminaba las cosas que estaban mal en mi vida, como tampoco eliminaba lo que podía pasar si abría la boca y revelaba la verdad de lo que había pasado. Era apenas un niño creciendo pero había estado creciendo al lado de plantas venenosas entonces tenía presente que tan mortífero podía ser el lugar al que pertenecía.

Fue de esa forma que corroboré todas las versiones que dio mi padre, las botellas que él mismo empujó debajo de mi cama, alegando que como niño estúpido y sin saber lo que hacía había bebido hasta desfallecer y caer por las escaleras. De no engañarlos o mentir, habría terminado en una casa de protección al menor del estado, hubiese pasado de mano en mano y seguro, terminaría cayendo en un peor lugar. Dejaría de ver a Vikingo y a Ojos llorones.

Tenía que quedarme en Greenwich sin importar que tanto doliera.

He durado dos meses desde la última vez para abrir este maldito cuaderno y seguir contando esta jodida historia y mientras recuerdo todas las cosas que pasé en ese momento me pregunto si haber dicho la verdad hubiese cambiado algo de esto. Si mi futuro hubiese sido diferente, si tal vez no estaría en la cárcel como estoy en este momento.

Pero, entonces recuerdo lo que pasó en los años que le siguieron y no creo estar tan seguro de querer cambiar lo que pasó. Puede que nuestra historia haya terminado mal, pero Bailey Vandery me pintó un jodido paraíso con sus dos manos y nada nunca se igualará a eso en esta vida. Sin importar cuanto la odie en este momento, sin importar cuanto la deteste y sin importar toda la rabia que tengo dentro, el paraíso que pintó para mí nunca tendrá desperdicio, nunca será una perdida de tiempo.

Porque era mío y de ella. Nuestro.

Es lo único que tengo en este momento mientras todo mi cuerpo lacerado duele. Es lo único que tengo ahora, mientras escribo en este maldito cuaderno que Madyson logró incluir en la ropa que me trajo. Es lo único que tengo ahora, mientras las lágrimas traicioneras que a veces se me escapan se secan sobre mis mejillas haciendo sentir débil y poca cosa.

Mi papá pareció apaciguarse luego de que salí del hospital y regresé a la mansión Hervé, mis heridas fueron atendidas por una madre amorosa que no recordaba. Lavó mis heridos, durmió a los pies de mi cama y, a pesar de que le pedí que no lo hiciera porque ya era un joven grande, me leía un estúpido cuento infantil que empezó a crear una especie de calma. Pareció como...pareció como si nada hubiese pasado antes, como si hubiese sido fruto de mis pesadillas. Mis padres empezaron a ser buenos padres y deseé que eso perdurara. Un día me encontré pidiendo que las cosas permanecieran así, que estaría dispuesto a ser lo que fuese para que mis padres siguieran así de contentos y tratándome como lo era, su hijo.

Un día la escuché decir.

—Te amo, Evander, siempre te he amado. Eres lo mejor que me dio la vida.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora