⏳︎| 14. Pigmento

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Hoy vamos a llorar, pero por abajo. Pasando lista, el que no comente hoy no tiene un besito de Clarence:



BAILEY VANDERY

+18

Fui encerrada en una celda.

En una minúscula y alejada cerda, de no más de tres metros cuadrados de construcción. Había pasado un buen rato desde que me llevaron allí, me quitaron las esposas y me encerraron. No iban a procesarme, no era un reclusa normal, estaba ahí como otro movimiento de Clarence, era de esos que les gustaba demostrar su poder. Sin embargo, ¿acaso creía que encerrarme era suficiente para doblegarme? ¿Creía él que haría que él quisiera? No era la manera en la que funcionaban las cosas. No era ni siquiera la manera en la que yo actuaba.

Caminé de un lado a otro en la pequeña celda, como si mi propósito hubiese sido crear un hoyo en el suelo con mis zapatos y desaparecer. Me había quitado el abrigo nada más llegar, el calor dentro del lugar era sofocante y mi piel se sentía sudada y resbalosa. Me apreté el puente de la nariz por millonésima vez en la noche y solté un suspiro ruidoso, ¿cuánto tiempo planeaba dejarme ahí? Las horas pasaban y pasaban y nadie se acercaba a aquel lugar ni siquiera para corroborar si seguía con vida.

Por un momento pensé en gritar y hacer un escandalo, pero la idea murió rápidamente al sonido de pasos acercándose. Dejé de caminar en círculos y me paré en medio del diminuto espacio con los brazos cruzados y la mirada en alto, para enfrentar a la persona que se acercaba. La identifiqué incluso antes de que apareciera delante de mí, ese perfume amaderado y fuerte me perseguía incluso en mis peores pesadillas.

Clarence Hervé Dominic se paró delante de mí con su pose relajada de siempre, había dejado su abrigo en alguna parte ya que todo lo que portaba era una camisa blanca desabotonada de los puños y algunos botones del pecho y unos pantalones negros. Se pasó una mano por la cabeza sin dejar de observarme, se había recortado el cabello, tenía a penas dos dedos de largo al frente, todo lo de mas al ras de su cabeza. Su color de cabello siempre iba a recordarme a alguien; aunque Clarence lo tenía más claro, entre anaranjado y rubio.

—¿Viniste a sacarme de aquí? —cuestioné escueta.

No respondió, tan solo me observó...detenidamente. No sabía si quería recordar todos mis rasgos o buscaba la forma de eliminarme tan solo con la mirada, independientemente del caso su escrutinio erizó mi piel y comencé a sentir los gigantes elefantes que me pisaban el estómago cada que corrían de un lado a otro. Dio algunos pasos y se recostó de los barrotes de hierro, su perfil quedó de medio lado, dejándome el lado izquierdo para observar, fue como vi la manera en la que parecía dudar, se mordía el interior de la boca y entraba y sacaba sus manos de los bolsillos de sus pantalones.

—Dos comidas al día, tres si tenías los contactos suficientes para un desayuno —susurró —. ¿Lo sientes? ¿La humedad, el calor sofocante, el pequeño espacio, lo reacia del agua del pequeño cubículo que se supone que es un baño? —prosiguió —. Son algunas de las cosas que se sienten cuando estás en una celda, Bailey Vandery. ¿Lo pensaste? ¿Pensaste eso el día en que me declaraste culpable?

—Pensar en todas las consecuencias fue todo lo que hice ese mes mientras sufría el duelo de haber perdido a mi hija, Evander —respondí con dureza —. ¿Crees que no me dolió que fuera tan difícil para ti entender por qué hacia lo que hacia? ¿Crees que no me rompió por dentro saber que a pesar de todo lo que intenté demostrarte me viste como el enemigo al instante?

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora