⏳︎| 16. Aglutinante

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Pasando listaa:

BAILEY VANDERY

Me folló una y otra vez.

En el piso, contra la pared, suspendida en el maldito aire con las piernas sobre sus antebrazos mientras me bajaba una y otra vez por su gruesa polla sin contemplación. Clarence no parecía tener suficiente de mí, de nosotros, de nuestras respiraciones erráticas, de nuestros corazones enloquecidos, de nuestra urgencia de sentir al otro y de meternos debajo de la jodida piel si fuese posible. No importaba cuanto corriéramos, cuanto la vida intentara separarnos, siempre íbamos a encontrarnos como dos rayas destinadas a cruzarse, nunca paralelas, siempre en cruz. Era lo que eramos, el fuego y la gasolina, el azul y el negro, el infierno y el azufre; la miel y la gloria.

Nacimos para estar juntos, para pelear juntos. Para amarnos. Fue en ese momento que decidí que no iba a luchar más contra él, que iba a dejar mis dudas, mis temores y sus deudas a un lado; me iba a permitir vivir como debí habérmelo permitido siempre.  No más venganza, no más juegos. Ambos fuimos engañados y burlados por un enemigo en común, ambos fuimos empujados a hacer cosas que no queríamos por el simple hecho de querer poner al otro a salvo.

Era lo que hacíamos siempre, sacrificarnos en nombre del amor.

Lo amaba. Amaba a Clarence Hervé Dominic en todos los idiomas y culturas existentes y eso no iba a cambiar.

No cambió siete años atrás, no cambió luego de su traición, no cambió en todos los años que duramos separados. No iba a cambiar luego de todo eso.

Salió de mi luego de que ambos encontramos el alivio y cayó a mi lado como un saco de patatas pesadas, respirando con rapidez y desaliñado, tenía mis uñas marcadas en el torso y en el cuello, las llevaba con orgullo, como si quisiera demostrar que había sobrevivido a una guerra donde era el único guerrero capaz de ganar. Dejé que su brazo me escondiera en la curva de su cuerpo y que su mano se aferrara de mi cintura con posesividad, besó mi frente con la misma fuerza y respiró en paz. Un respiro ruidoso y lleno de emoción que se sentía como haber llegado a casa luego de un largo viaje.

—Necesito un descanso, Evander —murmuré en un hilo de voz y escondí mi rostro en el hueco de su cuello.

Su rica risa me erizó la piel, todo su cuerpo vibró ante el movimiento.

—Lo tendrás.

Me arrastró hasta posicionarme encima de su cuerpo y sus manos empezaron a masajearme todos los músculos. Gemí de satisfacción y solté un quejido lastimero algunas veces, sabía donde estaban cada una de las marcas que había dejado sobre mi cuerpo, había hincado sus dientes en el lado derecho de mi cadera, había abofeteado mi culo hasta que lloré y sentía todos los moretones que sus labios habían dejado sobre mi cuello y mis pechos. El dolor y el placer eran sentimientos que se unían fácilmente, uno podía convertirse en el otro hasta sin darte cuenta, no obstante cuando sabías combinarlos duplicabas las sensaciones y el resultado era sensacional. Sus manos se movieron a mi espalda baja y volví a suspirar, y lo sentí a él endurecerse debajo de mí.

—Evander... —me quejé —. Te dije que necesito un maldito descanso.

—Eres una quejosa —murmuró, sonando enojado —. No puedo controlarlo, ¿bien? La maldita mujer que amo está desnuda y en bandeja de plata encima de mí.

—También soy una mimada —sonreí —. Abrázame.

Su expresión me calentó el pecho, sus brazos me rodearon con fuerza y volví a sonreír, lánguida.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora