⏳︎| Prólogo

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Era una vil mentirosa

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Era una vil mentirosa.

¿Me arrepentía? Quizá, no lo sé. Lo único que sé es que ya no me podía echar atrás, ya nada importaba, ya nada tenía ni tendría sentido. La respiración me salía dificultosa, cosa que traté de esconder. Todos los pares de ojos estaban sobre mi: jueces, testigos, abogados y más. El sudor me corría por la espalda, agradecí que la blusa no pudiera trasparentarse a causa de ello, era la primera vez que intentaba ser tan fuerte, la primera vez que no me desmoroné al primer paso. No creía que hubieran muchas primeras veces como esa. Pero no eran los ojos de todos los demás que me tenían al borde de un colapso, no era culpa de los demás que casi no podía respirar y que sentía que el corazón me dejaría de latir en cualquier momento.

Era su culpa, Clarence siempre fue el culpable.

Fue el que me traicionó en primer lugar.

—¿Según su documento de identidad, su nombre es Bailey Vandery? —preguntó el abogado defensor.

Asentí.

—Sí —articulé, tragando saliva para que la voz me saliera menos ronca. El miedo se asentó en mi estómago.

—¿Estudiaba usted en el Kindom Academy?

—Sí.

—¿Conoce al joven Marko Clarence Hervé Dominic?

No tenía que mirarlo para saber que sus ojos estaban sobre mí, sentía como me quemaba el lado de la cara. Apreté las manos debajo de la mesa del estrado, antes de regresar mis ojos al abogado y volver a asentir.

—Sí, lo conozco.

—¿Puede hablarnos de la relación que mantenía con el joven Dominic?

—Teníamos amigos en común, concurríamos los mismos sitios y los mismos círculos, no era santo de mi devoción pero no me quedaba otra opción que soportarlo —contesté —. No eramos amigos, solo se aprovechó de mí.

El abogado a favor de Clarence rodó los ojos.

—Eso no es lo que mi cliente declaró, dijo que mantenían una relación sentimental.

Me clavé las uñas en las palmas, para desviar todo el dolor a un solo lugar.

—Mintió —dije, mintiendo yo —. Clarence y yo no manteníamos ninguna relación, no de mutuo acuerdo.

—Mi cliente tiene pruebas, fotos, mensajes y personas que pueden validar la relación que mantenían.

La rabia y el miedo me marearon, los ojos se me llenaron de lágrimas.

—Una persona bajo amenazas puede actuar de muchas formas —dije en un hilo de voz.

El abogado asintió, dejándole el lugar al fiscal y yo solo quería que aquel espectáculo acabara.

—Señorita Vandery, ¿afirma usted que fue obligada a estar sexualmente con el joven Clarence Hervé Dominic y ser obligada a grabar esos momentos?

—Sí. Me amenazaba todo el tiempo, su familia odia a la mía, ¿Qué otra razón se necesita para creerme? Me llevó al club Alquitrán, un menor de edad no puede entrar allí, a las únicas personas que se le permiten visitantes sin ser revisadas es a los socios, me extorsionó, obligó y drogó. ¡Ustedes tienen las pruebas! —grité, en medio del llanto.

El fiscal asintió, se me permitió bajar a mi lugar. Julia Vandery me apretó la mano al llevar a nuestra mesa con el abogado.

La odiaba malditamente tanto. Me limpié las lágrimas con rabia.

Se presentaron las pruebas, pasaron sus testigos y los míos. Pero no sentí nada, el entumecimiento comenzaba  a apoderarse de mi cuerpo. Todo me pasaba, la vida me dolía tanto.

¿Por qué a mi? ¿Por qué todos me daban la espalda? ¿Por qué era el peón del tablero?

—Se declara culpable al joven Marko Clarence Hervé Dominic, bajo los cargos de acoso sexual, corrupción de menores, maltrato físico, uso de drogas y violación a un menor, con una condena de diez años de cárcel sin derecho a apelación o reducción de condena a menos que sea por buena conducta en la cárcel a los siete años de sentencia, se declara cerrada la sección.

La prensa, los flashes, todo quedaría grabado para la historia. Un amor maldito que destruyó todo lo que creía. El momento de las pruebas volvió a repetirse en mi mente, las imágenes de los golpes lacerantes sobre mi cuerpo que él no ocasionó, los videos que el juzgado tenía en su poder de nosotros en medio de la intimidad que él divulgó, las drogas que encontraron en su habitación, ubicación que yo delaté, y todas las demás cosas atroces que ambos hicimos en un juego de poder en donde nadie ganó.

Perdimos. Absolutamente todo lo perdimos.

Me moví junto a mis padres para salir de la sala, en medio de todo el bullicio y movimiento que se desarrollaba. Clarence era hijo de un conde, todas las personas de nuestro círculo eran asquerosamente ricas y macabras, nosotros terminamos jugando al mismo juego que jugaban los adultos de los Fallones.

Sentí unos dedos cerrándose con violencia entorno a mi brazo, abrí mis ojos asustada, conectándolos con las pupilas dilatadas de Clarence. Sus dientes apretados, sus venas a punto de reventar, sus ojos rojos de un llanto silencioso. Todo eso se quedó grabado en mi mente para torturarme por mis próximos años de vida.

—Escóndete Bailey, metete debajo de la tierra, múdate al mismo infierno, porque un día saldré y si nos volvemos a encontrar desearás no haber nacido nunca, grábatelo —Amenazó —. Haz jugado el juego del león y el becerro, pero se te olvidó que el león soy yo.

Despegué mi brazo con fuerza de las tenazas que representaban sus manos, sin importarme el hecho de que sus dedos quedaron grabados entorno a mi brazo y sus cortas uñas rasgaron mi piel a causa de la fuerza que empleó.

Me alejé, paso tras paso dejando a un Clarence herido detrás.

Condené al amor de mi vida, pero al final no importaba, si Clarence nunca me amó.




⌛⌛⌛

¿Qué creen que haya pasado? 

Ig: allenaroow


El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora