⏳︎| Dos caras de una moneda

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ESTE CUADERNO PERTENECE A CLARENCE DOMINIC.


Julia me había dado un ultimátum, casarme con Bailey bajo una mentira, cederle su herencia y...nuestras muertes por la vida de nuestra hija. No iba a negarlo, si las cosas se complicaban más de lo que ya lo estaban, probablemente sacrificaría mi vida por la de mi hija, sabía que Bailey también lo haría sin pensarlo.

No dejé de darle mente a todas las variables, todas las cosas que podían suceder y, en todas, parecía un callejón sin salida donde la única solución era la muerte, y no la de nuestro verdugo precisamente.

El embarazo estaba muy avanzado, había secuestrado a Bailey en las cuatro paredes de mi habitación porque sabía que si pestañaba iba a desaparecerse en un abril y cerrar de ojos. Era una mujer preciosa de siete meses, las gemelas no solo habían elevado su apetito sino que también la habían hecho bajar de peso, su cabello había dejado de ser corto para posarse debajo de sus hombros, hermosa sí, pero con unos ojos vacíos y tristes. Y lo odiaba, no me gustaba para nada que uno de los momentos más importantes de nuestra vida se viera eclipsado por el dolor de esa forma.

Temía que las gemelas nacieran con algún tipo de enfermedad o patología debido a todo el estrés al que estaba sometida su madre y a todo el llanto que había soltado en siete meses. Y por supuesto, también tenía por la vida de mi pequeña dulzura que parecía extinguirse poco a poco, miedo a que tanto dolor me hiciera perderla y no soportara el parto.

Cada maldita variable me hacía doler la cabeza y apretar los dientes y puños, con el estómago y la garganta hecho un nudo, intentando ser un maldito hombre fuerte y no llorar.

No llorar por ella.

Porque alguien tenía que plantarle una sonrisa, alguien debía levantarle el animo, jodidamente alguien debía ser el fuerte y ese era yo.

Se arrastró fuera de la cama, incomoda, se sostuvo detrás de la espalda y me dio esa mirada que había dejado de comprender. Me acerqué a ella con rapidez cuando vi su intención de levantarse de la cama y la sostuve.

—¿A dónde quieres ir?

—¿A dónde quiero ir? —preguntó irritada, hacia eso todo el tiempo, pagar su enojo con el mundo conmigo y trataba de soportarlo de la mejor manera, la dejé golpearme el pecho con sus débiles manos mientras sacaba su ira contenida del día —. ¡¿Me preguntas a donde carajos quiero ir?! ¡Quiero salir de esta maldita habitación y tomar un poco de aire fresco! ¡Quiero dejar este maldito país y quiero dejar de llorar, porque ni siquiera puedo disfrutar el hecho de que mis hijas pateen y se muevan dentro de mi vientre, pensando en todo lo que nos espera ahí fuera!

Sus espesas lágrimas bañaron sus mejillas, las limpié con la misma velocidad en la que caían y la estreché contra mí, con su panza de por medio. Luego bajé mis manos hasta su vientre y ella guió una de ellas para sentir como alguna de las gemelas pateaba con fuerza, sacándole un poco el aire.

Bailey era la mujer más fuerte que había conocido, podría intentar ser el héroe, podía intentar parecer el sereno, el tranquilo, el mente fría de la relación; pero su fuerza, su determinación, su humanidad, fue la que nos mantuvo de pie todo el tiempo.

—Déjame y te ayudo —susurré bajito, con miedo a herirla de cualquier forma. La llevé hasta la ventana que daba a la piscina y la dejé apoyar su frente del marco, me posé detrás de ella y pasé mis manos por debajo de su vientre, levantándolo un poco, para que su espalda descansara del peso. Su suspiro fue como una caricia al arma, pegué mi pecho a su espalda y me quedé ahí por mucho rato, sosteniendo a nuestras hijas, asegurándole que no pensaba soltarla en ningún momento.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora