24 | Hasta que llegaste

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25 | Hasta que llegaste

Logan

Siempre me he considerado una persona solitaria. Me gusta pasar tiempo conmigo mismo, en silencio, pintarrajeando las ideas que fluyen en mi cabeza. Sin embargo, durante la semana que Leah se queda con nosotros descubro que tener compañía no solo no me molesta, sino que podría incluso llegar a gustarme.

Vamos a clase por la mañana, nos reunimos en el Daniel's con nuestros amigos como de costumbre y después la dejo en casa y me voy al estudio a trabajar. Cuando vuelvo, suelo encontrármela charlando o riéndose con mi abuela en el salón. Cenamos los tres juntos, la abuela se va temprano a la cama y, una vez que nos quedamos a solas por fin, Leah coge su portátil y se pone a escribir o a leer uno de esos libros que se trajo de su apartamento mientras yo dibujo en mi tableta. Y no hay más. Es así de fácil. Con Leah los silencios no son incómodos. No tenemos la necesidad de sacar conversación todo el rato. Podemos limitarnos a estar juntos y ya está.

A veces me da la sensación de que el universo ha descifrado qué clase de persona necesito a mi lado y ha hecho que, de alguna forma, nuestros caminos se cruzaran.

El inconveniente es que, cuando estamos juntos, me distraigo con facilidad. Es difícil estar delante de una chica como Leah y no querer mirarla todo el rato. Me hace gracia ver las expresiones tan excéntricas que pone mientras lee. Reacciona a cada giro de la trama como si estuviera presenciando la escena con sus propios ojos. Más de una vez la pillo abriendo la boca con sorpresa o cerrando el libro de golpe, y entonces le enarco una ceja y ella procede a soltarme un aluvión de información sobre la trama, los personajes y todos los líos que hay entre ellos que yo no entiendo pero escucho de todas maneras, solo porque me gusta oírla hablar.

Aparte de esos ratos por la noche, no pasamos mucho más tiempo a solas. Estoy convencido de que mi abuela está encantada con lo que hay entre nosotros, pero no deja pasar la oportunidad de soltarnos comentarios y lanzarnos miraditas que hacen que Leah se ponga roja cada vez que la tenemos cerca. Como consecuencia, ella se niega a dormir conmigo por miedo a que nos pille. Por más que intento hacerla cambiar de opinión, mantiene su decisión de quedarse en la habitación de invitados, así que tengo que conformarme con volver a esos encuentros furtivos en mi coche que siempre nos dejan con ganas de más.

También consigo algún que otro acercamiento espontáneo en el salón, siempre que logro tentarla lo suficiente como para que deje de temer que mi abuela aparezca por sorpresa.

Pero sus miedos están más que justificados. Mi abuela sí que puede aparecer por sorpresa. De hecho, lo hace.

Tan a menudo que me da la sensación de que está intentando asegurarse de que no me sobrepaso con su pelirroja favorita.

Leah se enfada cada vez que le digo que, por lo general, es ella la que se sobrepasa conmigo.

El caso es que durante esa semana descubro que me gusta esto; lo de tener a alguien a quien poder besar cuando me apetece, que me escucha cuando llego frustrado del trabajo y que tiene un montón de cosas que son la hostia de interesantes que contar. Me gusta y me acostumbro tanto a esto, a nosotros, que, cuando hace la maleta el día antes de Acción de Gracias para irse a pasar el fin de semana con sus padres y luego volver definitivamente a su apartamento con Linda, estoy seguro de que la voy a echar de menos.

No se lo digo.

Pero la llevo a la estación con tiempo suficiente de antelación como para entretenernos un rato en el coche antes de que suba al tren.

Mi abuela, que es una fanática de las tradiciones, se pasa días planeando la cena de Acción de Gracias. Esa mañana me manda al supermercado con una lista de la compra interminable. Por el bien de mi integridad física y moral, no me atrevo a llevarle la contraria, de manera que le prometo que me pasaré cuando termine en el trabajo. Resulta que solo hay un puto día de noviembre en el que Samuel está disponible para tatuarse, y es mi único día libre.

El arte de ser nosotros |  EN LIBRERÍASHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin