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Avy no se movía. Casi ni se la oía respirar, solo cuando se entrecortaba y un soplido en forma de queja se le escapaba inconsciente. La leche de amapola la había adormecido lo suficiente para que pudiera hacerle las curas sin ocasionarle más trastorno, y ahora descansaba tranquila. Shae había estado tratando todas sus heridas, una por una, que secaba y untaba con un fragmento de sábana hervida distinto cada vez. Le había hecho beber una buena cantidad de una infusión que le había dado, y le había facilitado un par de comprimidos de hiervas solidificados con gelatina de algas. Habían sido horas de meticuloso y extenuante trabajo.

⎯Primero debe remitir la infección, la enfermedad se ha enconado, luego regenerará la piel, en lo que pueda... ⎯aclaró Shae mientras se recolocaba la ropa.

⎯Gracias ⎯dijo su interlocutor.

Shae lo miró sin articular palabra, con cara de póker.

⎯Hay que dejar que su cuerpo haga el trabajo que falta. Está débil, pero es joven ⎯dijo la sanadora.

⎯Se recuperará, lo sé ⎯susurró el padre de Avy.

⎯Debe comer triturado, tiene yagas en la boca y no queremos que se le infecte. Que coma verduras bien limpias trituradas: una mezcla de jengibre, zanahoria, apio y chumaca. Avena por la noche un par de horas antes de dormir. Compota de manzana sin azúcar a media tarde, el azúcar no va bien para el fungucacarcoma. Cada vez que ingiera algo que beba un par de sorbos de agua fresca... ⎯iba dando instrucciones.

⎯Demasiados datos... ⎯se quejó el hombre.

⎯Si los entiende los recordará, solo es necesario mantenerla fresca y seca sin cambios de temperatura brucos. La humedad es mala, el calor es malo, la luz directa es mala pero también la oscuridad total. Comer blando para no empeorar las yagas, enjuagar la boca para que no se pudra la comida en ella. Alimentos sanos para que el cuerpo coja la energía que realmente necesita, no nos interesa alimentar más la enfermedad ⎯continúo la sanadora.

⎯¿La comida puede alimentar una enfermedad? ⎯preguntó un tanto contrariado en sus creencias, que pensaba que la enfermedad era directamente proporcional a la hambruna.

⎯Por supuesto, el azúcar, sin ir más lejos, el alcohol, el exceso de carne... ⎯continuó relatando como si fuera una enciclopedia.

⎯¿Cómo sabes tantas cosas? ⎯preguntó algo desorientado el padre de Avy⎯ ¿quizás tenga que ver con la brujería?

Shae pegó un respingo, lo miró secamente y negó con la cabeza, más que lo que había oído, parecía negarse a sí misma la posibilidad de arrearle con un zapato.

⎯Más quisiera yo, que un bicho demoníaco o engendro del estilo me iluminara con la sabiduría y el conocimiento de las enfermedades sin dar un palo al agua... ⎯dijo con desprecio⎯, saber lo que sé me ha llevado años de lecturas, trabajo, observación y comprobación. Me podría haber ahorrado todo eso, qué tontas las sanadoras, habiendo a un diablo a quien convocar... ⎯siguió protestando con ironía.

⎯No te rías de mí, mujer, soy tan ignorante como consciente de ello. Pero mi ignoracia no va acompañada de miedo o mediocridad, sé entender lo que antes no era conocido para mí si se me explica con claridad, por muy novedoso o contradictorio que pueda parecerme ⎯contestó aquel hombre que se había ofendido sin darse cuenta.

⎯Necesito volver a bañarme ⎯dijo mientras se secaba el sudor de la frente con el reverso de la mano.

⎯Sí, por supuesto, tendrás ganas de descansar, una medida de relajación... ⎯iba relatando cuando Shae lo interrumpió.

⎯Una medida de prevención, el fungucarcoma se puede transmitir, no sé cómo, no es común, pero lo que sí puedo decir es que he observado que es posible ⎯sentenció la sanadora.

Un par de eternidades se desarrollaron en la mirada que aquellos ojos azules le dedicaron a los negros. El silencio era tan denso que podía untarse en el pan. Ninguno de los dos dijo nada, quizás dejando volar sus pensamientos en busca de respuestas. Quizás por el cansancio o por no querer dar explicaciones, huir la confrontación, esconderse de buscar excusas. Al fin, una mirada agradecida habló.

⎯¿Comprendes que te sacara de tu casa con tanta urgencia? Nada más caer en la cuenta de que podía ser mi última oportunidad no pude más que secuestrar y después preguntar.

⎯No es ese el comportamiento de un rey ⎯refutó Shae indignada.

⎯¿Rey? ¿Y quién demonios ha dicho que lo soy?

Susurradora de difuntosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon