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La calavera de un oso sin la mandíbula inferior sujetaba sobre su cabeza una piel ligera que le servía como abrigo. La cara tiznada y los ojos hundidos, grises como el humo, le confiaban un aspecto tétrico y, cuando menos, desconcertante. Pequeños huesos de roedores colgaban de una maraña de pelo que no se acordaba de la última vez que tuvo contacto directo con el agua. La ladrona de almas llevaba el cuerpo cubierto de un tupido vello, salvo en la cara, como queriendo esconderla de la humanidad. Las manos, que en algún momento podrían haber parecido humanas, se retorcían en las extremidades, los dedos eran sarmientos mal podados. Era como si un ser humano se hubiera secado y en su lugar solo quedaran huesos y vello.

Se alimentaba de la energía de los que se iban. Pero al no ser merecedora del honor de Heredar, sus huesos estaban condenados a infra alimentarse de los fuegos fatuos de las almas que no eran dignas de ser Herencia. Por eso, merodeaba por los camposantos de toda la comarca. O de la muerte, casi siempre violenta, de algún animal. La ladrona de almas no conocía nombre, quizás porque todos la llamaban por los apodos que habían ido fraguando su existencia conforme su mala fama se acrecentaba. La Alimaña, el Bicho oscuro, la Robafuegos, la Retuercevidas y, quizás, lo único romántico que podía ir unido a su destino, el sobrenombre de la Ladrona de almas.

No se sabía a ciencia cierta donde vivía, pero rondaba el camposanto de Tari con cierta frecuencia, y muchos aseguran haberla visto en las simas de los caminos más escarpados y sinuosos. Quizás en busca de una presa descarriada que se despeñara a la que poder succionar la energía justo a tiempo.

Se decía de ella que llevaba vagando por el Condado de Salce cientos de años. Algunos pensaban que era una suerte de bruja que había logrado pactar con el mismísimo Satán, otros que era el alma errante de algún pobre diablo que dejó a medio terminar sus asuntos en la tierra de los vivos. Pero ¿quién o qué era en realidad aquella sombra que caminaba por la delgada línea entre lo vivo y lo muerto? No se dejaba ver y, si no era posible ocultarse, sus apariciones eran tan fugaces que dejaban más lugar a la imaginación que a la visión.

Era tan noche como en la pesadilla más profunda y tenebrosa, y una sombra lúgubre serpenteaba entre riscos y altos helechos, siseando como una serpiente. Un golpe secó acabó con el sonido que estremecía el Bosque Niebla. Los insectos renunciaron a su revoleteo pegajoso, las aves se acurrucaron expectantes en sus nidos, los pequeños mamíferos agudizaron todos sus sentidos, incluso los grandes depredadores estaban alerta.

⎯¿Las has encontrado? ⎯se oyó una grave voz que parecía venir más allá de la vida.

⎯ Shhhh, no, shhhhhh ⎯contestó quizás una serpiente hablando en humano.

⎯¿Otra vez has fallado? ⎯preguntó aquella voz de ultratumba.

⎯Shhhh, solo necesito acertar una vez, shhhh, para triunfar, shhh ⎯siseó aquel ser desde la oscuridad.

⎯Tu tiempo se acaba ⎯advirtió la voz, severa.

⎯Shhhh, pero aún shhhhh no lo ha hecho ⎯siseó de nuevo la voz.

De repente, un rugido como nunca había escuchado Bosque Niebla retumbó en sus cimientos, acompañado de un estruendo de cadenas, y lo que parecía un poderoso brazo humano, pero de dimensiones descomunales, alzó a una pequeña comadreja con una calavera de oso en la cabeza.

⎯Pero también se agota mi paciencia..., inmunda ⎯grito la voz mientras dejaba caer a su presa⎯, y ya sabes que cuando mi paciencia se agote también lo hará tu existencia.

Susurradora de difuntosWhere stories live. Discover now