«Debemos valorar a cada persona por como es en el interior y no solo en el exterior»
-Jack el destripador
Comencé a rebuscar por milésima vez dentro de mi habitación, —mejor conocida como mi lugar seguro —mi celular.
Al llegar lo dejé encima de mi mesita de noche, preparé la tina con agua caliente y me di un baño, puesto que estaba cansada y el sudor goteaba de mí, me parecía asqueroso recostarse a dormir sin antes asearme. Tenía mucho sueño, y prueba de ello eran mis párpados, que notablemente se cerraban a la mínima oportunidad.
Escuché un abrir, y luego un cerrar de puertas tras de mí, y aún cuando no tenía ni las energías ni las ganas suficientes para hablar con nadie, giré sobre mi eje y observé a Julieta, con su uniforme habitual y con esa mirada pícara que la caracterizaba, pero esta vez más profunda.
Empezó a moverse con sus manos acompañando a su mirada, intensificando mis sospechas -ya no ligeras -de que algo estaba ocultando, tal vez tramando, o tal vez sólo se sentía incómoda.
Sus manos -después ubicadas detrás de su espalda baja -agarraban un objeto cuya figura no pude detallar, puesto que cada vez que asomaba un poco la cabeza ella apartaba su cuerpo, acercándose cada vez más a la esquina de mi habitación.
-Julieta María Anderson Burton...
Soltó un suspiro que inundó toda la habitación. Agotado, desanimado, deduje que no estaba animada. Y entendí en ese momento qué era lo que tenía entre sus manos.
Fruncí levemente el ceño, sintiendo cómo mi molestia empezaba a crecer. Dictaminé con la mirada que me mostrara, y seguido a eso extendió ambas manos hacia mí.
Una navaja de mediano tamaño.
-¡Ju...! -abrí mi boca para reclamar, regañarla, pero fui interrumpida por un portazo.
Sin darme cuenta, Julieta había salido de mi cuarto.
Entendí cuáles eran sus intenciones. No era la primera vez.
A pesar de ser fuerte, mi mejor amiga no estaba hecha de hierro y la única que parecía entenderlo era yo. Sufría de ataques de ansiedad, se estaba esforzando demasiado, y recientemente le habían dado la noticia de que el cáncer de su madre estaba empeorando, estaba frustrada física y emocionalmente, y la única solución era... Morir.
Pero ella no tenía suficiente valor, por más que lo intentara.
Y yo por supuesto no la dejaría. Para mí, siempre ha sido ella, ella siempre ha sido mi lugar seguro. No permitiría que se fuera.
Porque para mí, sólo quedaba ella.
Mis pies tomaron vida propia, y me dirigí a la terraza. Me quedé con la mirada fija en su espalda, observando cómo inhalaba todo el aire que retenía en sus pulmones y exhalaba pesadamente.
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El Rostro Humano de Lucifer ©
Mystery / Thriller«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo?» -William Shakespeare, Hamlet. Sinopsis: Ava Crawford es la hija de Edward Crawford, un empresario muy prestigioso de Los Dáskalos. Tras...