Liam Roth
Entré a la cocina, con el olor a lasaña impregnado en mis fosas nasales. Estuve haciendo cosas de la universidad, y no me había llevado un bocado de nada a la boca durante ese rato.
Estaba en primer año de arquitectura. Había conseguido entrar unos meses antes a la universidad, gracias a la influencia de mamá en el mundo empresarial.Supongo que cuando llevas un traje de negocios, la cosas siempre se facilitan. Y cuando llevas el apellido Roth también.
Por más que intenté entrar a la universidad por la beca que gané, no se me posibilitó. Puesto que mamá siempre tenía que meter las narices en todo, ellos me habían aceptado más por el dinero que mi madre les proporcionaba que por la verdadera inteligencia que adquirí.
Me froté las manos, estaba haciendo demasiado frío allí afuera. Miré hacia el jardín, a través del gran ventanal que estaba en el salón junto a una chimenea encendida. Todo estaba cubierto de nieve y el color blanco no permitía diferenciar una cosa de la otra.
—¡Liaaam! —chilló Ágatha correteando y dando brincos por el piso recién limpiado.
Si lo pensabas bien, parecía una niña pequeña cuando se ponía así.
—El piso está limpio, Ágatha — recordé, riendo un poco.
Puso una mala cara, como diciendo: déjame seguir con mi felicidad.
Solté una ligera risa, era cierto que Ágatha me ponía un poquito de buen humor. Para mí, ella era la única persona tolerable en esa casa. En esa casa que no me gustaba. Pero ella le daba una pinta agradable. Ella le daba color a esa casa con paredes blancas.
Para mí, éramos dos en esa casa, dos en esa ciudad y dos en la vida, siempre.
Ella siempre me hacía sonreír. Aún cuando siempre permanecía con cara de culo, ella era la excepción. Hacía que me olvidara de mis problemas un rato. Igual siempre podía confiar en ella, era de esas personas que te transmitían paz, que te hacían ver que hay una probabilidad de que tus problemas son pequeños.
Después de todo, sabía que podía confiar en ella. Ella me entendía.
Cogí un vaso de agua de la nevera, con el propósito de hidratar mi garganta. Al instante, la manillita que reposaba alrededor de mi brazo resonó, y le eché una ojeada rápida.
Mi hermana me miró, con los músculos tensos. Luego, se dió cuenta de que los chic's que emitían los vasos eran por mi manillita.
Se quedó mirándola con cierta fijeza que se me hizo incómoda.
¿Te acuerdas que hace un instante dije que ella siempre me entendía?.
Pues cuando se trataba de ese tema, al carajo la comprensión con ella.
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El Rostro Humano de Lucifer ©
Mystery / Thriller«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo?» -William Shakespeare, Hamlet. Sinopsis: Ava Crawford es la hija de Edward Crawford, un empresario muy prestigioso de Los Dáskalos. Tras...