Capitulo 17

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«Uno ve más demonios que los que el vasto infierno pueda tener»

-William Shakespeare.

Liam Roth

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Liam Roth

Aunque no quisiera admitirlo, yo mismo me había hecho cargo de arruinar mi vida. Lo veía así, lo sentía así. No quería seguir buscando culpables porque eso sería martillarme la cabeza con las millones de ideas que la poblaban. Porque no había ninguno más que yo mismo. Simple.

Tan simple como cuando busqué huir de todo como cobarde. Como el cobarde que era.

En algún momento pensé que huyendo de todo y estando solo el dolor desaparecería, pero no fue así: ahí mismo, cuando mi único entretenimiento era pasar mi dedo por el polvo falso que detallaba mi silueta, la soledad me dió una gran patada en el estómago e hizo de mí un inútil infeliz. Con los sueños expuestos a una gran escala de grises.

Colgué la mochila de mi hombro y abrí paso a la puerta de entrada de la universidad para salir de ahí. Volteé a ver la impotente universidad que se topó conmigo. Era difícil poder estar en una universidad buena con el presupuesto de este pueblito. No me malentiendan, no es que la odiara. No odiaba sólo la universidad. Sino más bien todo lo que me prometí en torno a ella.

Se asomaba tanta rutina, tanto prestigio, tanta... Satisfacción ajena. Tantas espectativas falsas y tantas amenazas. En su totalidad, la universidad se construyó a base de: "mis padres le pagarán bien" "Bueno... Recuerde algo, mis padres son de una familia importante" o "Sé algunos secretos sobre usted y créame, no quiere que nadie se entere ¿O sí?"

Me sentía vacío. Tan vacío. Tan jodidamente vacío. Tenía una nueva casa, me independicé, me desprendí de los nudos de mi antiguo hogar y de las heridas no sanadas que este último significaba para mí y me alejé de las personas a las que no les importaba y, sumado a eso, las que a mí me importaban de verdad. Juré, sin pactos con ninguna deidad o persona aparte de mí mismo, que lo mejor para recuperarme de los golpes era quedando solo. Tal vez esa era la razón por la que todos me dejaban de lado.

Observé los papeles que mi hermana sostenía entre sus pequeñas manos con las cejas marcadamente fruncidas. Parecían cartas, descuidadas, algo viejas. La letra también era descuidada y trazada con rapidez Nadie me escribía aparte de mi madre con sus intentos fallidos de que respondiera. Y, he de agregar, dichos mensajes siempre eran vía Gmail.

Liam:

Querías hacer algo, pero no lo hiciste.

No, no empezaré con un "querido" porque dejaste de ser una persona querida para mí desde hace mucho tiempo, más concretamente, querido, desde que pasó lo que pasó conmigo. Me temo también que no empezaré con un "estimado" porque de ti lo único que queda es el morboso poco estima que te tienes a ti mismo.

El Rostro Humano de Lucifer ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora