«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo?»
-William Shakespeare, Hamlet.
Sinopsis: Ava Crawford es la hija de Edward Crawford, un empresario muy prestigioso de Los Dáskalos. Tras...
«La paranoia es una forma de conciencia, y la conciencia es una forma de amor».
-Charles Manson.
De más está decir que el capítulo es +18, gracias <3.
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NARRADOR HETERODIEGÉTICO OMNISCIENTE.
Aquella persona sabía, no, sentía en realidad que estaba haciendo algo plenamente correcto.
Aquella persona quería terminar con la felicidad de otra y a su vez, darle un muy mal susto.
Aquella persona quería sentir por una vez en su vida la verdadera satisfacción de hacer algo por su cuenta, y no por la cuenta de alguien más. No para dar noticias ni nada de esas mierdas.
Tal vez por eso la persona, aunque viva físicamente, se encontraba muerta en su interior.
Tal vez por eso esa persona entró a aquella consulta e hizo todas las mierdas que hizo. No por satisfacción propia, pero eso algún día le llegaría.
Tal vez dicho sentimiento no estaba moldeado para humanos tan despiadados que no sentían nada al arrancarle un último suspiro a otro.
Tal vez por eso, esa persona se encontraba tan fuera de lugar, en un sitio que jamás había visitado...
Sandra terminaba de recoger sus cosas para una vez terminar marcharse a su casa. A descansar. Definitivamente tenía que hacerlo. Sus grandes jornadas de trabajo en la consulta la consumían y amenazaban con llevarse su cuerpo.
Recogía su bolso con llave en mano para una vez que saliera por la puerta cerrar la misma y declararse libre de cansancio. Eso pensó.
Sin embargo, una persona se interpuso en su camino. Tenía la cabeza gacha, tosía en seco, la ropa que cubría su piel estaba rasgada y sucia cual moribundo sin señal de amparo, y la psicóloga se acercó a ayudar.
Ayudar... Le gustaba ayudar. De eso se trataba su profesión, ¿no? De ayudar a otras personas, de indagar en la mente de otras personas. Si no fuera por ellas, no sería psicóloga. Así si no las conociera.
De la persona que dió a parar ahí no se podía distinguir nada, como tampoco se asomaba ningún centímetro de piel, la gran tela que la cubría hacía imposible que el instintivo intento de hacerlo fallara. Lo único que Sandra pudo apreciar fue una gran capa blanca sobre dicho individuo, pantalones negros y guantes del mismo color. Porque, tras el individuo alzar la cabeza con un brusco movimiento de su brazo izquierdo, la mujer recibió una cortada en la cara, cortando directamente su mejilla derecha.
