Capitulo 10 [+18]

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«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo?»

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«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo?»

-William Shakespeare, Hamlet.

ADVERTENCIA: En este capítulo hay escenas fuertes, contenido fuerte, lenguaje fuerte, contenido +18 explícito... NO RECOMENDABLE PARA PERSONAS SENSIBLES.
¿Recuerdan las advertencias de la Nota antes de leer? Ah... Recuerden...

*Leer la parte del asesinato no es necesario. Puedes saltarla.

*Para personas sensibles: pasen al final, donde dejo la nota de la autora.

NARRADOR HETERODIEGÉTICO OMNICENTE.

La chica, después de vociferar aquellas palabras que se sabía marcarían un antes y un después en su vida, se abalanzó, experta en el tema, encima de la mujer de bata blanca y con mente abarrotada de conocimientos sobre la mente del hombre.

Agarró el cabello de la mujer y posó el instrumento conformado por una hoja de acero y un solo corte, un cuchillo, detrás de su cuello.

Su cuchillo favorito. Ese, que le había cuidado el sueño desde que tenía memoria.


Minutos antes, había quedado de espaldas a ella.

La presa forcejeó un poco, causando que la chica que la sostenía tuviera un ápice de lástima, pero no surgió el deseo de liberarla del destino que le impuso, sino la lástima porque se veía patética.

«Como si en serio pudiese evitar algo» pensó la chica. Y era cierto. Jimena no impediría nada con sus sollozos.

Con sumo cuidado y dedicación, con su mano derecha depositó la mochila que cargó consigo horas atrás sobre la mesa. Desabrochó el botón que servía como cerradura, y observó todo lo que había dentro: una soga, un juego de cuchillos, y unas cuantas mordazas y unas cuantas cuchillas. Y, el espíritu de un asesino. Aunque para ser precisos este no lo cargaba consigo en su mochila, sino que lo llevaba incrustado en el alma. Formaba parte de ella.

—Tú, callada —le susurró cerca de su oído, a lo que la víctima se estremeció. Pero no dijo nada.

Ada cerró sus ojos, inspirando aire como si hace mucho tiempo no hubiese podido respirar.

—Olfateo tu miedo, así me gusta. —admitió. Fingió esperar una respuesta —.Ah, cierto, no puedes hablar, ahora, cariño, no te duermas, que todavía no ha acabado el espectáculo.

El Rostro Humano de Lucifer ©Where stories live. Discover now