Capitulo 19 [Parte 2]

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«Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error».

-Edgar Allan Poe.

Desperté por el sonido del timbre en mi puerta

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Desperté por el sonido del timbre en mi puerta. Era raro, porque no había nadie quien me llamara. 

Gabi no podía ser, por razones obvias, mi padre tampoco, porque sería increíble y lo mismo con mi madre. Y Lori, mi sexy cuñado el moreno, estaba en casa de su madre.

Me levanté de mi cama a trompicones, de manera vaga, sin ganas. Para ser completamente sincera, odiaba que se me despertara. Sobre todo porque mis intentos sobrehumanos de conciliar el sueño no surtían efectos que hicieran que el mismo fuera placentero.

Si analizaba bien mi aspecto, no estaba tan mal, ¿No?: un poco de cabello suelto, ropa arrugada y ojos de mapache. Cuando crucé la isla de la cocina y pasé a la sala de estar, puse mi ligero esfuerzo en no chocar con los muebles y esta vez sí surgió efecto. Una vez en la puerta principal, miré por la rendijita quién esperaba que yo abriera.

Solté un respingo bajito al ver quién esperaba mi respuesta. Se imaginarán mi cara de asombro al ver a Gabi. Sí, al tipo que se suponía estaba fuera de la ciudad.

—¿Gabi? —llamé en un susurro. Terminé por abrir la puerta después de decir eso y mi asombro creció más al verlo por completo.

Lucía cansado, como aquella vez en el hospital, pero de una forma que se me antojó más sombría. Como si cierto peso residiera sobre sus hombros, como si el mismo fuese demasiado para él. No sabía porqué, pero sentía que había hecho algo muy malo.

Gabi me miró y luego apartó su mirada de la mía, escudriñante, sedienta por saber qué pasaba. Se le veía mortificado, chamuscado, indefenso. Era rarísimo ver a Gabi así.

—Hola —saludó. Carraspeó brevemente su garganta, haciendo ademanes de pasar a nuestra casa, y le cedí el paso para que se adentrara. Minutos después, se oyó su voz de nuevo, con un eco detrás de esta—: Te preguntarás porqué viré tan temprano. —Sonaba nervioso —, pues ya te digo: tuve problemas con los trámites de mi nuevo trabajo.

Ah. Cierto. Con todo esto y lo de Sandra, había pasado de largo todo ese tema. Se había ido a otra ciudad porque le habían ofrecido un mejor trabajo. Y no lo culpaba, le pagarían bien y podría ir a vivir con Lorian. Su universidad seguiría siendo la misma, la usual, la mía. Por lo menos en esa parte partía con cierta ventaja, pero lo extrañaría.

—Entiendo —me limité a decir.

—Supongo que debo estar feliz, porque se solucionó, ¿No? Y a todo esto, ¿Por qué no organizamos algo nosotros tres? Como una despedida.

«¡Qué amarga suena esa palabra!» pensé, sin embargo, no lo dije en voz alta.

—Hablando de cenas y salidas —mencioné yo, estaba loca por cambiar de tema (el dolor en mi pecho me gritaba que así lo hiciera) —, mi mamá me llamó.

El Rostro Humano de Lucifer ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu