Capítulo 2

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Blitzø no era un demonio que pudiese controlarse o se detuviese a pensar. Así que cuando algo aparecía en su mente, como una bomba imposible de detener, él no podía parar de pensar en hacer algo al respecto.

¿Sería posible que Stolas aceptase? Absolutamente no.

Pero por otro lado ¿Qué tenía Blitzø que perder? Nada.

Y por ahí, en lo profundo de su mente oculto de los monstruos que habitaban en el mundo, el niño que fue se encontraba absolutamente contento ante la posibilidad de ver a su amigo de la infancia. La única posible cosa intacta de los buenos tiempos.

Blitzø había amado y odiado su vida en el circo. El criarse entre adultos que seguían la misma ruta moral que su padre, implicaba que los niños debían lucirse en la pista y desaparecer cuando no había audiencia. En especial cuando el alcohol se veía involucrado. Y mientras Fizzarolli era la estrella del circo y por ende algunos adultos solían protegerlo de lo peor porque estarían perdiendo su mejor inversión, Blitzø y su hermana no solían correr con la misma suerte. Peor aún cuando su padre gustaba de usarlos como sirvientes y mandaderos.

Así que su tiempo en el palacio Goetia jugando con Stolas se volvió un espacio seguro para Blitzø. Él podía entender lo solitario que podía sentirse Stolas en un lugar tan grande viviendo la negligencia emocional de una familia. Mientras que el circo estaba lleno de personas y nunca había silencio, el tipo de soledad que Blitzø solía sentir era aquella de una multitud. Por ende, no fue de extrañarse que eventualmente Stolas y él fomentaran una amistad llena de aventuras y travesuras, pero al mismo tiempo momentos tan tranquilos donde Stolas leía para él historias de piratas, reinos mágicos y caballos que podían hablar. Oh, esos habían sido buenos tiempos. Casi lo hacían olvidar cuando su padre olvidaba irlo a recoger o el cómo lo forzó por meses a robar cosas del palacio, desde pequeñas decoraciones hasta objetos tan valiosos que eventualmente Blitzø fue atrapado.

Y ahora estaba frente a una casa de dos pisos en una zona residencial que no estaba tan lejos de Loo Loo Land. Blitzø notó que el jardín era un desastre, lo cual era tan fuera de lo que esperaría de Stolas que temió haberse equivocado de lugar. Pero las tres familias a las que había engañado haciéndoles creer que estaba ahí para dejar un paquete para Stolas le habían confirmado que efectivamente esta era la casa del expríncipe. Blitzø volvió a evaluar si esta era la mejor idea, pero una vez más su mente solo respondió con expectativa y desinterés sobre un posible mal final.

Así que tocó la puerta.

Pero nada.

Él timbró.

Nada.

— Oh, por amor a Lucifer... —Blitzø golpeó con más fuerza la puerta. Él podía oír algo desde adentro, un ligero tono musical, así que debía haber alguien adentro.

Y la puerta se abrió.

Blitzø dio un paso hacia atrás al encontrarse con Stolas en la... peor presentación posible. El demonio aviario lucía agotado, sus plumas estaban apuntando a cualquier lado y llevaba un suéter gris largo que lucía destruido, como si alguien hubiese estado tirando de los hilos. Stolas lo miró, o más bien, lo traspasó con la mirada como si no estuviese realmente ahí.

— Ella no quiere comer. No quiere dormir. No entiendo.

Blitzø pudo escuchar que el ruido musical era el ulular de un ave. Muy similar al que Stolas solía hacer de niño cuando intentaba calmarse a sí mismo.

— ¿Stolas? ¿De quién hablas? —Blitzø intentó mirar al interior y notó juguetes por todos lados y pequeña ropa de bebé depositada encima de cada superficie que sus ojos podían observar— ¿Estás hablando de Octavia?

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