Capítulo 10

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— Teníamos un trato.

Blitzø levantó su mentón y cubrió con su mano la de Loona, ocultando la forma en que las pequeñas garras estaban rasgando la madera del asiento.

— Y estoy cumpliendo, pero debes admitir que es difícil encontrar escuelas que acepten canes infernales.

— No es tan difícil a menos que la expulsen de casi todas. —Horusas masajeó su entrecejo— Mira, puedo sentarme aquí y regañarlos a ambos, pero ustedes y yo sabemos que eso no va a servir de nada y ¿sincera? No estoy interesada en pelear. Lo que necesitamos es una solución.

— La gente en esos lugares son imbéciles. —Loona respondió mirando sus manos— La solución es eliminar a todos esos imbéciles.

— No tengo duda de ello. —Horusas acomodó sus lentes— He tenido que pelear con el sistema educativo más veces de las que crees.

Loona levantó sus brazos en el aire y luego señaló a la otra imp.

— ¿Entonces? ¡Sabes que es una mierda!

— El hecho de que lo sea no elimina el problema de que debes ir a la escuela, Loona.

— ...no quita el problema que esos lugares están ellos de imbéciles.

— Ella tiene un punto. —Blitzø sonrió de lado, sin poder ocultar el orgullo que sentía al oír a su hija defenderse por su cuenta— Demasiada gente inútil termina trabajando en los lugares que no deben.

— Oh, de seguro tú preferirías escoger quienes terminan en esos lugares de poder ¿no? —Horusas levantó sus cejas de forma desafiante.

Él sonrió ampliamente.

— Al parecer tengo un don para saber cuándo a alguien le vale un carajo su trabajo. Así que sí, mi respuesta es sí.

Loona rio entre dientes y él sonrió con mayor orgullo. Horusas contuvo una sonrisa y negó en silencio.

— Loona, entiendo. —La otra imp continuó— Por eso la casa de acogida funciona como escuela. Es mucho más fácil que lidiar con incompetentes.

Blitzø le creyó, en cuatro meses Loona había sido expulsada de seis diferentes escuelas. En cuatro ocasiones habían hecho firmar a Blitzø un documento declarando que él voluntariamente estaba retirando a su hija a cambio de no recibir demandas. En otras circunstancias él hubiese luchado pero la posibilidad de que eso afectase el proceso de legalización de custodia completa sobre Loona era lo único que lo detenía.

— No entiendo por qué estamos aquí. No necesito ir a clases. —Loona giró los ojos— No es como si fuese a conseguir un trabajo que no sea cuidar algo o alguien.

Horusas le lanzó una mirada de alarma a Blitzø. No era así de simple. Al sistema le convenía que un can infernal no fuese adoptado porque implicaba mano de obra barata a futuro. Si ellos no seguían las cosas al pie de la letra, alguien iba a quitarle a Loona. Así que ellos tenían que hacer las cosas por la ley. Aún si era haciendo trampa.

Blitzø observó a Vox al otro lado de la larga mesa de reuniones dentro de la oficina del Overlord. El pecador estaba mirando su computadora con aparente aburrimiento, pero si algo le había enseñado el tiempo que había trabajado para él es que Vox estaba prestando absoluta atención y posiblemente estaba trazando una solución para el problema mientras hacía otras cosas.

La cuestión era que el Overlord quisiera compartir la solución con ellos.

— ¿Por qué Loona no puede ir al orfanato a estudiar? Tú lo dijiste, directora, es tu escuela. —Blitzø levantó sus cejas de forma juguetona.

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