Capítulo 11

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— Loony, te lo suplico, aléjate de la ventana. —le dijo Blitzø a su hija.

— Pero solo son personas con poca ropa. —respondió Loona mirando por encima de su hombro— No están teniendo sexo en la calle, para eso están los callejones.

— Ya lo sé. Pero... —Blitzø se masajeó la frente, tratando de pensar en cómo explicarlo. Su hija ya había tenido la charla sobre los Pecados Capitales, así que él podía tener los pantalones de continuar con lo que esa charla implicaba en ciertas áreas del Infierno ¿no? Claro que sí. Él era un adulto y su hija era inteligente— Quiero que veas cómo reaccionan los trabajadores sexuales cuando nos ven.

Estaban conduciendo la camioneta en dirección al club que Angel había marcado en el mapa. Era uno de los clubes más grandes de Valentino, así que Blitzø estaba sorprendido de que la polilla hubiera dejado a su estrella principal tomar la noche libre. Por otro lado, Angel era un dios dando orales, así que tal vez había usado uno o dos trucos para lograr que Valentino accediera. El tráfico era excesivamente lento y la mayoría de la gente estaba conduciendo para recoger a alguien o para ir a un callejón si no podían permitirse algo mejor.

Ante sus palabras, Loona se sentó correctamente y observó cómo los prostitutos y los vendedores de drogas seguían la misma rutina cuando se trataba de ellos. Uno a uno intentaba acercarse, sus ojos fijos en Blitzø, listos para ofrecerle todo el menú, pero eventualmente sus miradas caían sobre Loona y un gesto de total desprecio o fastidio aparecía en sus rostros antes de alejarse.

— Oh... —susurró Loona, sorprendida por la reacción.

— Sí. —respondió Blitzø encogiéndose de hombros— Tu curiosidad natural puede ser malinterpretada.

— ¿Quieres que me siente en la parte de atrás? —preguntó Loona, dejando caer las orejas— Supongo que puedo ver desde allí.

Blitzø lo pensó por un momento. Sería más fácil para él, por supuesto. Pero Loona tenía razón, no había nada indecente en las calles, solo trabajadores sexuales. Blitzø no pensaba comprar drogas, así que tampoco era como si una bolsa con pastillas fuera a terminar en las manos de su hija. Y él podía entender el interés de Loona. Orgullo era el único lugar donde se podían encontrar pecadores como trabajadores sexuales, la belleza de sus diferentes cuerpos resaltaba con sus vestuarios modificados específicamente para ellos. Cualquiera sentiría curiosidad.

— No, pero si te sientes incómoda o alguien hace algo, avísame. Lucifer y Asmodeus son muy estrictos con los pecadores en esta industria. —dijo Blitzø, pensando que ellos deberían ser más estrictos a favor de los pecadores. La mayoría de las leyes estaban diseñadas para proteger a los demonios nacidos, no para el bienestar de aquellos que terminaban en la industria del sexo.

— Lo sé, sé qué tipo de gente termina en el Infierno. —respondió Loona aburrida— Prometo no subirme a una camioneta blanca ni seguir a nadie que me prometa dulces.

— Qué bueno que mi camioneta es negra. —susurró Blitzø y se detuvo lentamente frente al club.

Un borrón corrió hacia ellos en tacones altos y deslizó la puerta de atrás para saltar al interior de la van. Al segundo en que Angel cerró la puerta, una oleada de admiradores se apretó contra las ventanas de ese lado gritando el nombre del prostituto mientras él lanzaba coquetos besos al aire.

— Oh por amor a Lucifer... —Blitzø aceleró a toda velocidad, poniendo su brazo contra el torso de su hija para que no saliera volando por el parabrisas— ¿No pueden relajarse tus fans cinco segundos?

— ¿Qué puedo decir? Soy famoso. —Angel logró sentarse e inclinó su cuerpo en el espacio entre Blitzø y Loona para espiar a la niña desde el asiento trasero— Ey.

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