Capítulo 18

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―¿Por qué tú estás viniendo? ―Stella preguntó por lo que sería la quinta vez ese día―. ¿Y para qué tenemos niñeras y sirvientas si no la sueltas?

Octavia se removió entre sus brazos al oír la dureza en la voz de Stella. Era una reacción que molestaba a su esposa, así que él fingió acomodar a Octavia mejor contra su pecho. La diminuta mano de la bebé se aferró a una de las plumas en su pecho, y Stella hizo un sonido de exasperación.

―Por eso luces pegajoso.

Por supuesto, Octavia era una bebé y estaba en la etapa en donde todo quería meterse al pico, así que babeaba fácilmente. Era lo que los bebés hacían. A Stolas no le importaba tener que limpiarse constantemente con tal de tener a Octavia con él.

―Debiste dejarla. La corte de Paimon va a verte actuar como un...

―¿Padre? ―Stolas bromeó, el filo de sarcasmo apenas oculto cuando miró a su esposa.

Pero Stella lo notó y lo fulminó con la mirada antes de observar por la ventana hacia los carros que escoltaban el suyo. La seguridad se había incrementado desde el nacimiento de Octavia. Su pequeña bebé había nacido en un mundo que la había escogido para ser una de las preciadas herederas del poderoso Paimon. Así que debía ser protegida a toda costa. Era de las pocas cosas que Stolas agradecía, aunque desde ese día ya no iban a tener nada de eso.

Ni su padre ni Stella sabían que esa reunión en realidad la había orquestado él. Ese era el día que presentaría el divorcio y la demanda por la custodia completa de Octavia.

Stolas miró la carita adormilada de su hija presionarse más contra su pecho.

En unas horas serían libres.

Y él siempre protegería a su amada hija.

La puerta del auto se abrió, y Stolas fue sacado de sus recuerdos al ver a uno de los guardaespaldas enviados por Vox ofrecerle la mano para salir. El demonio era un can infernal mayor; su pelaje negro tenía ciertas canas, ¿cómo solían llamar a esa apariencia? Sal y pimienta, ¿no? Lucía bien en él. Sus ojos eran rojos, divertidos y sabios se suavizaron al ver a Octavia y luego a él. Stolas sintió sus mejillas sonrojarse cuando su mano se apoyó sobre la del hombre, y este casi lo elevó fuera del auto al ayudarlo a salir. La risa del can infernal fue ronca y sincera mientras lo estabilizaba. Stolas se percató de que el demonio lucía alto, colosal debido a sus músculos, pero en realidad él le pasaba con una cabeza.

Octavia, aún en sus brazos, rio junto al guardaespaldas, y los ojos del demonio se iluminaron otra vez.

―Ella debe ser la hermana de Loona, ―el can infernal lo miró, sonriendo―. Mi nombre es Orión, estaré a cargo de su seguridad durante su visita a «Vox Docere»

―Oh... ―Stolas se aclaró la garganta y ladeó su cabeza―. ¿Conoce a Loona?

―¡Lu! ―Octavia miró a su alrededor, esperando que su hermana apareciera mágicamente fuera de la escuela y frente a ellos, pero frunció el ceño al no verla por ninguna parte.

Orión rio entretenido y arrugó su nariz ligeramente, haciendo una mueca que hizo a Octavia explotar en burbujeante risa.

―Todo can infernal conoce a la primera cachorra adoptada, bajo la protección de Vox e hija de Stolas, del Ars Goetia. ―Orión explicó ligeramente culpable―. Pero la conozco porque estoy a cargo de... ayudarla a regular sus emociones cuando algo la pone en... alerta.

Esa era una forma muy amable de decir que Orión debía intervenir antes de que Loona le sacara la cabeza a alguien.

―Eso es muy amable de tu parte. ―Stolas movió a Octavia de un brazo a otro―. Muchas gracias por ello.

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