卐☭ Nazunist ⚣ (3)

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La niña de rizos dorados bajó del auto con ayuda de su hermano mayor, quién tomó su mano y con la otra le acomodó las pequeñas gafas oscuras redondas que llevaba para mantener sus ojos cubiertos del resto además de su bonito sombrero de ala ancha.

Tras tantos años fuera el representante de la unión soviética volvería a hacer presencia en los juegos olímpicos para ser la imagen de su nación tal como los demás países hacían, al inicio se había mostrado muy inseguro al respecto pero no podían vivir por siempre alejados en Siberia, así que decidió salir con su familia hasta Melbourne en territorio Australiano confiando en que sus numerosos hijos podrían mantener alejados a los demás, a pesar del cambio de apariencia del ex facista cuya esvástica había desaparecido dejando solo su tono carmesí algo más tenue y un círculo blanco en su rostro.

Afortunadamente a los países invitados se les dividía en palcos así que estaban alejados del resto desde el inicio, tenían cosas para comer y bebidas para aplacar el calor de Oceanía así que hasta el momento todo iba bastante bien, sobre todo para el de esmeraldas que observaba la inauguración con curiosidad recordando cuando su Berlín fue la sede en el 36.

—Papi tengo sed –Alemania llamó la atención del mencionado dándole leves toques frente a la mano ajena, durante sus años juntos se había criado con ciertas reglas entre las que destacaban no quitarse las gafas con él cerca o tocarlo sin aviso—.

—Aquí tengo té frío, puedes terminártelo –Con tranquilidad el mayor le tendió su vaso a la pequeña y con su diestra le acomodó un mechón de su hermoso cabello tras la oreja—.

A pesar de no tener la capacidad de demostrar todo lo que hacían los padres normales, se esforzaba por hacerla sentir escuchada y darle pequeñas muestras de afecto además de educarla con todo lo que sabía. Incluso había aprendido a cocinar para ella y como aprendió a tejer durante su auto confinamiento, le hizo un par de suéteres rojos.

A medida en que las competiciones del día avanzaban, quedaron solo ambos en el palco observando cómo sus conocidos acompañaban a sus humanos para recibir medallas por su esfuerzo, incluso algunos alemanes lo habían logrado pero no había nadie que los representara formalmente al estar divididos.

—Papi.. quiero ir al baño –La niña se removió incómoda tras tantos refrescos fríos que bebió, realmente era mucho líquido para su pequeño tamaño—.

—Debe haber algún baño cerca, ven –Acomodándose sus lentes y el velo que llevaba tomó la mano ajena y comenzó a caminar por el pasillo principal un poco transitado de humanos turistas—.

Revisaron con disimulo algunas puertas pero parecían ser solo otras salas de descanso o de almacenamiento, no podía creer que no hubiese un maldito baño cerca, la pequeña estaba incómoda así que tuvo que tomarla en brazos apta que cinco minutos después al fin encontró un baño de mujeres.

—Si necesitas algo me avisas –Dijo abriéndole la puerta metálica para luego cerrarla cuando esta entró así asintiendo rápido—.

Soltó un suspiro y como no había nadie cerca se quitó las gafas para frotarse un poco el rostro con su diestra, había sido un día entretenido pero el calor y el cambio horario lo hacían sentirse con sueño para esas horas de la tarde. Cuando regresaran al hotel iría directamente a dormir luego de poner en orden todo lo referente a su hija, nada del otro mundo más que su ropa para mañana y asearla antes de que duerma.

—De todos los basureros que existen, no pensé que te iba a encontrar aquí tan campante.. –Susurró una voz peligrosamente cerca, con tono de sorna y toque ronco dándole un aire siniestro que logró su cometido—.

Reich dejó de respirar unos segundos con los ojos congelados en el frente sin poder girar hacia la izquierda donde sentía esa presencia que tanto le causó pesadillas durante años, le tembló el cuerpo entero y su pecho se contrajo causándole el dolor de revivir su enorme pánico.

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