Capítulo 3: Aullido

395 62 24
                                    

Para cuando Lan XiChen salió de su habitación —ahora compartida con una sirena— de la posada, el sol seguía al alza y la ciudad comenzaba a despertar, siempre mucho después de que él lo hubiera hecho. Jiang Cheng había decidido por su propia cuenta y riesgo quedarse atrás, en aquel pequeño cuarto que tanto se asemejaba a un cautiverio. Según él, se cortaría una aleta antes de bajar a compartir mesa con una panda de pescadores malolientes. Lan XiChen había tenido que hacer esfuerzos para contener, al mismo tiempo, la risa y el rubor de las mejillas. Por un lado, la arrogancia de su nueva amiga sirena le resultaba a la par divertida y encantadora. Por otro, pese a la creencia peculiar de que los habitantes del mar huelen a pescado, la esencia que su agudo olfato captaba en él hablaba de un cuento muy distinto. Hablaba de tormentas, de lluvia sobre piedra, de algo que parecían lotos en flor; una combinación imposible con tan solo el regusto de la sal impregnando la piel.

Para cuando salió de la habitación, parte de su mente, de sus pensamientos, se quedó allí, con aquella sirena de lengua afilada y ojos del color de las aguas de Yunmeng. Oh, su tío le habría gritado tantísimo por mostrarse así de distraído durante un contrato. Le oirían chillar desde las cumbres de Gusu hasta las costas de Meishan, y al diablo se irían sus queridas reglas. Menos mal que su tío no estaba allí para controlar su desempeño.

Nada más llegar al piso de abajo, a la taberna, al brujo le recibió una estampa mucho más distinta a la de la noche anterior, cuando arribaron a toda prisa con un herido en sus brazos. La mayoría de mesas se hallaban vacías, salvo por la que ocupaban Nie HuaiSang y un buen desayuno para dos. Risueño y encantador, como siempre, su amigo bardo charlaba con la camarera —que había resultado ser la hija del tabernero— de sus increíbles hazañas allá en el Continente y de todas las cortes y escenarios que había conquistado con su canto. La muchacha reía, divertida, como si le estuvieran contando un chiste más que una historia admirable. Allá en la barra, su padre los contemplaba con el ceño fruncido, pero Nie HuaiSang era inmune a aquellas amenazas. La mirada del dueño tan solo se desvió un segundo ante la llegada del brujo, en camisa y ligera cota de malla que repiqueteaba al bajar las escaleras. Le saludó con un asentimiento de cabeza y una ceja tan solo un poco arqueada al no encontrar ninguna marca evidente en su piel. Parecía decepcionado al comprobar que la sirena había pasado toda la noche en la bañera y nunca había dado el salto a su lecho, y Lan XiChen se alegró de haber dejado asegurada su puerta con un par de hechizos protectores sencillos. Le dijo a Jiang Cheng que los pondría y, en su molestia más que evidente, aceptó. No era un prisionero, el brujo no quería que lo pensara así, pero ante la imprudencia malintencionada de algún marinero descerebrado, prefería curarse en salud y que no hubieran de rodar cabezas. Dudaba que la sirena tolerase que nadie le pusiese la mano encima contra su voluntad, y esas garras suyas podrían destripar a un hombre en segundos, armado o no. Ni siquiera el propio Lan XiChen estaba seguro de si saldría vivo de un asalto contra la letal criatura.

Tras saludar al tabernero en igualdad de condiciones, el brujo avanzó hasta la mesa que su amigo ocupaba. La muchacha les dejó con una risilla, después de contemplarle de arriba a abajo y sonreír, y, cuando se marchó, a Lan XiChen se le escapó un suspiro hastiado, la vista clavada en la sonrisa de disculpas de su mejor amigo.

-¿A-Sang?

-Solo le he contado una historia o dos -se apresuró a justificarse el bardo, la voz siempre llena de nerviosismo-. ¡Prometo que de las buenas!

Lan XiChen negó para sí mismo con la cabeza, segundos antes de sentarse ante la comida recién hecha. El estómago le rugía, hambriento y sediento, y pronto se encontró comiendo en silencio mientras Nie HuaiSang —que no respetaba las tradiciones de los Lan como él, tan solo cuando visitaban la escuela de la Nube en los crudos inviernos de Gusu y la mirada vigilante de Lan QiRen caía sobre él— le informaba de todas las noticias de las que se había enterado entre la noche y el desayuno. Las habladurías sobre la sirena de la playa inundaban la ciudad, y al parecer poco tardarían en extenderse por el archipiélago entero. Algunos hablaban de ella con temor, otros con lujuria pura y algunos incluso con deferencia.

Espuma de mar [XiCheng]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang