Capítulo 14: El Penitente

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Lan XiChen sintió a Jiang Cheng tensarse como un resorte en cada milímetro de sus pieles en contacto. No se arrepintió de las palabras pronunciadas, pues las creía —sabía— ciertas, pero la reacción de su querida sirena le llenó de un nuevo miedo que antes desconocía. El rechazo no le era ajeno. No del todo. Había vivido con alguno que otro y, sobre todo, había visto a Nie HuaiSang de flor en flor por todo el Continente enfrentándose a ellos. Había estado al lado de su hermano cuando Wei WuXian le rechazó la primera vez, aunque esa historia, a la vista quedaba, acabó con su final feliz. Pero este... la desazón que le revolvía el estómago con tan solo imaginar a Jiang Cheng de nuevo nadando lejos de sus brazos era algo nuevo, tan doloroso como un espadazo.

Por la mirada tormentosa en los ojos de Jiang Cheng, de pronto lúcidos por completo, el brujo no estaba tan seguro de su propio final feliz. Quiso que la resignación no se sumase al nudo en su pecho, pero no pudo evitarlo. En su gremio, los finales como los de su hermano eran cosa rara.

Aunque el placer compartido había estado a punto de llevárselos a ambos a un trance de descanso, ahora se contemplaban de hito en hito, bien despiertos. Más que eso, alertas, preparados para una contienda que poco tendría de placentera. Lan XiChen buscaba en el rostro de la sirena alguna pista, la que fuera, del resultado de esta pequeña batalla en la que podría dejar el corazón como sacrificio. Jiang Cheng buscaba su propia magia en los ojos del brujo. Buscó un encanto, una traza de hipnosis, cualquier cosa que le dijera que, sin querer, le había hechizado, que le había hecho caer bajo los influjos perversos de las sirenas y así se habían gestado aquellas palabras.

Creo que estoy enamorado de ti. 

No halló nada de magia en el rostro del brujo, y esa certeza le aterrorizó.

Jiang Cheng se deshizo con accidental brusquedad del abrazo ajeno sin una pizca de expresión en el rostro. Se incorporó hasta acabar sentado, y en sus hombros y sus senos despuntaban las marcas de los besos que el brujo había derramado sobre su piel. Lan XiChen le miró desde abajo, todavía tumbado y sin pretensiones de levantarse. Tan solo se incorporó sobre su codo, contemplándolo con igual solemnidad. 

-Jiang Cheng...

-Creo que estás confuso, Lan Huan -dijo la sirena, grave-. Creo que ha habido un error aquí.

-¿Por qué? ¿Por mi parte? ¿Porque te quiero?

-Por la mía. Puede que te haya hechizado sin darme cuenta, sin saber lo que hacía. La magia de las sirenas puede...

-Jiang Cheng, te he recordado durante siete años. No hay magia que dure tanto.

-Pregunta a tus amigas brujas por la magia de los no-humanos y ya verás que sí -siseó Jiang Cheng en respuesta mientras se ponía en pie. Lan XiChen tan solo suspiró-. Escucha, nuestra voz, nuestro encanto, nuestro poder tiene resultados impredecibles, ¿vale? Y provoca síntomas como los del enamoramiento... o como los de esos marineros que viven pegados a la botella. No puedes pensar con claridad, por eso dices esas cosas.

-Yo no lo creo. A-Cheng, si estuviera hechizado, lo sabría.

-¡No! ¡No querrías verlo y creerías que tus sentimientos son reales, que es justo lo que te está pasando ahora!

Mentira. Una vocecilla en la cabeza de Jiang Cheng, que sonaba sospechosamente similar a la de Jiang YanLi, susurró decepcionada. Eso es mentira, y lo sabes bien. Eres tú quién no quiere ver que vuestros sentimientos son reales.

Lan XiChen se puso en pie con intención de alcanzarle. Jiang Cheng se apartó de su toque de un manotazo y comenzó a dar vueltas por la habitación. Cada vez que pasaba por delante del fuego, las piernas le propinaban un desagradable calambre allí dónde sus pantorrillas y sus muslos se teñían de cúmulos de escamas violetas, pero, en su feroz pasear, el dolor de los tirones, tan desconocidos, tan ajenos, no hacía más que devolverle al mundo cada vez que sus pensamientos amenazaban con perderse.

Espuma de mar [XiCheng]Where stories live. Discover now