Capítulo 18: Yunmeng, el fin del mundo

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Trigger warning: este capítulo se viene heavy. Leed bajo vuestra propia responsabilidad :)

Wen Chao gruñó de dolor cuando el médico a bordo presionó una gasa empapada en alcohol contra su mejilla. Él no era un brujo, no podía acceder a sus pócimas milagrosas que matarían con un solo trago a cualquier hombre que las probase. En su mente —y en voz alta— maldecía a la puta de su prima, Wen Qing, por haber abandonado su tripulación. Y a aquel sucedáneo de doctor que, con mano temblorosa, intentaba tratarle. 

Su atención, sin embargo, no se hallaba en el matasanos, ni siquiera en parte. Su ahora único ojo contemplaba a medio camino entre la frustración y la admiración la esfera brillante que flotaba en la palma de Wen ZhuLiu. Parecía hecha de líquido, dorada y violeta, surcada por vetas negras que rezumaban malicia. 

Wen Chao no era brujo ni mago ni nada. Wen Chao era un humano rico. Su padre, Wen RuoHan, había sido un hechicero perteneciente a las más altas élites de la Torre Koi, la capital de Lanling. Pero los hechiceros estaban destinados a servir y aconsejar a los reyes, tal era su oficio, y a Wen RuoHan pronto se le quedó pequeña aquella ocupación, así que se hizo a la mar en busca de tesoros, para conquistar tierras y misterios aún por conocer. Y ahora su hijo, Wen Chao, que solo era humano, pero aun así podía sentir el poder puro que emanaba de aquella... cosa, le ofrecería la mayor de las joyas.

Y luego se lo arrebataría todo. Pero para eso necesitaba el poder del núcleo en su máximo esplendor. Y aquella cosa latente y brillante no lo estaba. Se hallaba dormida, hasta él podía adivinarlo de un solo vistazo. 

-¿Y ahora qué?

Wen Chao entrecerró el ojo bueno. Un vistazo al núcleo y otro a la sirena que yacía inerte en el suelo, sobre un charco de sangre oscura. Aunque tenía piernas. Unas bastante bonitas. Pero parecía muerta, y a Wen Chao no le placían demasiado los muertos, a no ser que estuviesen bien recientes. Su cuerpo no parecía estarlo. Habían pasado unas horas desde que Wen ZhuLiu le arrancó el núcleo del pecho. Una tormenta de proporciones nunca antes vista estalló en el mar, pero las olas les protegieron. Las olas envolvieron su barco en una burbuja de luz azul y púrpura mientras la energía resentida lo devoraba todo —los supersticiosos hablarían de una luna negra y un amanecer rojo, y matarían a los bebés nacidos aquella noche, pues estarían malditos— y cuando la mañana volvió a aclararse y el día se tornó despejado, se encontraron en alta mar, en un océano que era una balsa de aceite, con su barco y su gente intactos. Del otro navío, del de los condenados brujos, no había ni rastro. Tampoco de las costas del Continente. Si habían logrado huir o perecido en aquella explosión, a Wen Chao no podía importarle menos.

Su guardaespaldas tan solo lo contempló en silencio, atado por ese estúpido pacto. No podía hablar sin que se lo permitieran. Mientras el médico seguía trajinando con su cara, Wen Chao agitó una mano, cada vez más frustrado.

-Tienes permiso para hablar, ¡así que hazlo antes de que pierda la paciencia!

-El núcleo reposa, mi señor -dijo Wen ZhuLiu, que nunca lo trataba de capitán-. Aguarda.

-Vale, ¿y qué? ¡¿Cómo lo despertamos, idiota?! 

Wen ZhuLiu parpadeó dos veces con suma lentitud, y Wen Chao le habría arrancado media cara de cuajo si hubiera podido. Sentía el collar con los dos núcleos de sirena engarzados sobre su pecho arder. Llamaban a aquel núcleo. Ansiaban fusionarse con él, ofrecerse para que los devorase y convertirse en uno solo de inmenso poder.

Con esos tres unidos en uno, con el que ZhuLiu exhibía ante sus narices despierto, Wen Chao podría controlar el mundo entero.

-Despertará de forma natural allí dónde fue forjado. En el archipiélago de Yunmeng. 

Espuma de mar [XiCheng]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin