Capítulo 26.

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NO ME SIRVES ESTANDO DE CHILLONA

Santiago

Han pasado tres días desde que pedí los tanques de guerra y desde que el capitán Falcón nos informó algo al respecto de la bodega ubicada en el congal de Holbox, y eso me resulta extraño pues cuando estás en una situación así lo adecuado es informar al menos cada hora haya novedades o no.

Troto hacia la pista donde ya espera la aeronave militar que trae los tanques. Aquí encuentro al general brigadier Montalvo junto a Román Morgado quien le dice un par de cosas que lo tienen frunciendo el ceño. Ver al presidente me enerva la sangre, pues odio a todos los de esa familia. Mi único consuelo es que su hijo pendejo está hospitalizado porque no soportó la santa putiza que le di. Pero se lo merecía. A la próxima le abriré el pecho con un cuchillo.

Las compuertas de la aeronave son abiertas, y con ello los hombres que venían cuidando los tanques ayudan a bajar a esas bellezas monstruosas que me hacen sonreír un poco ya que me encanta como lucen, sobre todo porque yo mismo las diseñé y fabriqué en los meses que estuve en Oymyakon con mi familia. Cada uno de los tanques descienden como si fuesen los modelos más cotizados en la pasarela. Los soldados de la FESM que están aquí se quedan embobados mirándolos y apuesto un testículo que sus manos pican por tocarlos o sacarles fotografías, pero no los culpo. La primera vez que miré uno obtuve incluso una erección porque sabía que, una vez dentro de él, nadie podría frenarme.

El general brigadier y el presidente posan sus ojos en mí lo cual me molesta, sobre todo porque intercambian un par de cosas para entonces acercarse a mí quién estoy con los brazos cruzados.

—Buenos días, coronel Cárdenas —saluda el general, a lo que solo hago un asentimiento de cabeza. Román ni se digna en saludar—. ¿Recibió el mensaje que le mandé con la secretaria del coronel Morgado?

Niego, y en eso un estruendoso ruido seguido de un torpe taconeo nos hace a los tres girar. Mis ojos chocan con una mujer embarazada que usa un bonito vestido color verde militar que se le ajusta demasiado bien al vientre abultado y a los pechos cargados de leche que tiene. Mi verga tiembla de éxtasis a la par que recuerdos morbosos llegan a mi cabeza, sobre todo unos donde hay precisamente embarazadas siendo empaladas por mi dureza porque, así como hay hombres que tienen fetiches con los tacones, pies, orina y demás, también hay otro porcentaje que se gozan la maieusiofilia y la lactafilia.

—Bue... —la mujer respira con dificultad mientras coloca la mano en su abultado vientre de seguro seis meses. Mis ojos le recorren todo el miembro superior hasta llegar a sus ojos marrones que destilan inocencia y ternura—. ¡Buenos días, señores! —dice al cabo de un minuto, haciendo un saludo militar que me la endurece más ya que es guapa.

«Pero no tan guapa como Sirena, ¿verdad?», susurra mi subconsciente, haciéndome apretar los dientes porque todo con ella es rabia y lujuria, furia y posesión. Es confuso.

—¿Qué sucede, Ava? —cuestiona el general brigadier en un claro tono de reproche. La mujer se sonroja al tener la atención de los tres encima.

—Antes de que me regañe, déjeme decirle que no encontraba el dormitorio del coronel Cárdenas —explica ella con voz dulce, y por fracciones de segundos sus ojos caen en mí lo cual la ruboriza muchísimo más—. En segunda, mientras pedía informes a la chica que se encarga de entregar las llaves de los dormitorios a sus inquilinos, recibí una llamada urgente del coronel Morgado y tuve que salir corriendo al hospital así que recién llego.

—¿Qué necesitaba mi hijo? —indaga Román, su expresión dura pasando a una de completa preocupación lo cual me quiere hacer reír.

—Unos documentos. ¡En fin! Aquí tiene, mi coronel. —La tal Ava me entrega una carpeta con breve información sobre el túnel subacuático encontrado en Cozumel junto a tres actualizaciones de suma importancia—. Lamento mucho dársela hasta ahora, pero cuando el jefe habla, debo atenderlo.

Tempestad 1 (Libro 2)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz