Capítulo 24 (Parte 2)

3K 246 51
                                    

LUJURIA

Vicenta

Media hora más tarde ya vamos rumbo a Bujía siendo escoltadas por Kaan. Tengo los sentimientos a flor de piel pues amo tanto bailar y estoy emocionada por el logro de Ricky. Bajamos de la camioneta mientras escuchamos como el capitán Kozcuoğlu se compromete a no tomar porque es el conductor designado y eso me agrada. Justo cuando va a dar reversa para acomodarse mejor, un Ferrari lo intercepta seguido de un fuerte claxonazo. Sonrío al mirar al conductor. Es Jesús y, del lado copiloto, baja un hombre tatuado quien luce recién salido de la ducha. Ese es Ricardo. Ellos nos saludan a la distancia, algo que correspondemos sin dudar. Kaan se baja a saludarlos y entre los tres intercambian palabras que los hacen carcajear, pero entonces el rugido de un motor los silencia.

Una camioneta negra, una que conozco muy bien, pasa justo al lado de ellos para estacionarse de reversa. De ella desciende Santiago, luciendo intimidante, dominante, imponente. Es difícil no repararlo y preguntarme cómo es que aquel niño flacucho se convirtió en este hombre lleno de músculos duros.

La respiración se me corta cuando sus ojos negros caen en los míos, pero es cuando me recorre el cuerpo con lentitud que un ardor impropio asciende a mis mejillas y me encuentro desviando la mirada a la puerta de Bujía para mejor leer el pequeño slogan que hay grafitado en una pared: «Donde se produce la chispa eléctrica que provoca una explosión».

—Santiago está demasiado apetecible, Vic —susurra Karla contra mi oreja, sobresaltándome.

Estoy por responderle algo cuando miro que Valentina camina hacia él quien no desaprovecha para repasarla de pies a cabeza como lo hizo conmigo. No sé qué le dice Valentina, pero logra hacerlo inclinarse para alcanzar su oreja y después él la toma de la cintura para ambos dirigirse al interior del antro sin reparar en nosotros. La punzada de enojo se aviva en mis entrañas al verlo, pero una mano caer en mi espalda baja me sobresalta.

—Te miras hermosa, bebé —elogia Ricardo, dándome un beso tronado en un lateral de mi cabeza.

—Muchas gracias, Ricky —le sonrío—. Tu antro está precioso.

—Y espera que lo mires por dentro.

Es así como todos entramos a Bujía, un lugar que tiene espejos por paredes y luces azules que sumen todo en un ambiente algo pecaminoso. El piso es de cristal, y bajo él se nota un pequeño lago con luces blancas que contrastan perfecto con el ambiente. Noto pescaditos exóticos nadando de un lado a otro lo cual me asombra. Caminamos por el estrecho pasillo iluminado escuchando Se Preparó de Ozuna retumbando por las bocinas. Las chicas lucen emocionadas, los chicos también, el único que luce como un tempano de hielo amargo es el coronel a quien vislumbro cerca de la barra.

Llegamos a una mesa redonda donde mis amigos piden tres botellas con una cubeta de hielo a uno de los meseros que se acercan. El chico anota todo en su libreta y no duda en ir hacia la barra por nuestra orden. Cuando regresa, me sirvo un shot de tequila el cual combino con un limón. No soy alcohólica, pero de vez en cuando me gusta probar estas cosas. El líquido me quema la garganta e incluso me hace hacer muecas, pero me lo bebo sin dudar porque hoy pretendo empedarme[1] hasta no saber ni mi nombre.

Tomo tres shots más de un solo trago, y después salgo a la pista llevando a Karla, Sandhi y Gitana conmigo.

—¡Esta noche no se permite llorar por nada ni nadie! —acota Karla con mucha emoción.

Empezamos a movernos al ritmo de Borró Cassette de Maluma mientras cantamos a todo pulmón. El retumbe del ritmo golpea mi tórax haciéndome sonreír y bambolear mis caderas sin pena alguna.

Tempestad 1 (Libro 2)Where stories live. Discover now