Capítulo 35.

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ESA MUJER JAMÁS SERÁ MI HERMANASTRA

Santiago

Un imbécil, eso es lo que soy. No debí jugarle al vergas para quedarme a solas con ella. Debí simplemente dejarla regresar a Tamaulipas con los demás pelotones, ¡pero no! Les dije a todos que se fueran, la puse en peligro y ahora ella está en cama siendo monitorizada por mi puñetera culpa gracias al accidente automovilístico que tuvimos en Nuevo León.

No llevo ni dos malditas semanas como coronel de la UDOE y ya me gané una sanción por mala conducta ya que no regresarte con los demás soldados al terminar un operativo es considerado una falta y, encima, a eso súmale que no supe proteger a mi capitana.

Con rabia empuño la pelota antiestrés, haciéndola mierda en mis manos. Tomo el portavaso donde están los lapiceros y lo aviento contra el maldito ventanal de la oficina el cual truena ante el impacto.

—¡Verga! ¡No debí ponerla en peligro!

—¿A quién? —preguntan tras de mí con evidente burla. Me giro rabioso para encarar a la persona y me quedo pasmado. ¿Qué rayos hace él aquí?

—Debes estar jodiéndome.

—Sí, hola. ¡También me alegra verte, Bestia! —grita él con evidente burla, pero a la vez con cierta emoción—. ¡Por los dioses del Olimpo! No sabes cuanto me dolió el culo ante tantas horas de vuelo. ¿Qué si ya comí? ¡Puff! Ni que lo digas. Tragué vía fotosíntesis como las plantitas.

—Deja tu sarcasmo, Jake —ruedo los ojos en completo hastío—. ¿Qué vergas haces en México y en mi oficina?

Jake Jordan, capitán primero y desactivador-fabricante de todo tipo de bombas y granadas de la FESM rusa, camina hasta el sofá de cuero negro para tirarse encima tal cual un perezoso. Saca un chicle de su ropa de civil y empieza a mascar ruidosamente. Hace una bomba para luego explotarla.

—Vine a asegurarme que no cometas pendejadas, amigo mío. —La sonrisa gatuna que se forma en su boca no me da buena espina.

—Mentiroso.

—Ouch, Bestia. Hieres mi corazón de pollo.

—Habla ya o te corto las bolas. Mira que no ando de humor.

—¿Y cuándo sí?

Tomo el sacapuntas que hay encima del escritorio y se lo aviento en la cabezota. Jake sisea ante el impacto del plástico y rápidamente se quita un zapato para lanzármelo, pero lo esquivo. Es tan infantil.

—Tienes treinta segundos para explicarme la verdadera razón del por qué estás aquí. —Me cruzo de brazos y espero impaciente a que abra su bocota. El noruego me sostiene la mirada, estoy a nada de lanzármele encima cuando alza las manos en rendición.

—Ash, maldito venenoso. —Frunce su entrecejo, pero luego lo relaja—. Vine porque pedí la transferencia. Hace mucho que deseaba un cambio y qué mejor que seguir a mi mejor amigo a este corrupto país. Digo, bonito país.

Una ladina sonrisa aparece en su rostro y eso me produce más desconfianza. Pero también sé que Jake es imprudente, no mide riesgos y si una idea le cruza en la cabeza, la toma pues para él «la suerte» siempre está a su favor.

Jodido noruego y sus creencias.

Me dejo caer en la silla y saco otra pelotita antiestrés. Me pedí varias en Amazon y supuestamente eran de buena calidad, pero las desgraciadas hijas de la verga no soportan mis apretones.

—Haré como que te creo.

—¿Por quién me tomas, Bestia?

—Por un vil chismoso que tiene curiosidad en conocer más de mi pasado cuando ya sabes lo importante.

Tempestad 1 (Libro 2)Where stories live. Discover now