Capítulo 33.

6.9K 462 95
                                    

PEQUEÑA ASESINA

Vicenta

Algo hundirse a mi lado me hace abrir los ojos de a golpe, pero es el sol de la mañana el que me saca un gruñido animal. Cubro mi cabeza con la cobija ya que deseo dormir otro rato, pero alguien me la arrebata.

—Vamos, Vic. ¡Despierta! —dice una voz femenina con tanta dulzura que sé inmediatamente quién es.

—¿Qué haces aquí, Sandhi? —logro hablar con dificultad pues la garganta me escuece por todo el vómito que solté ayer en aquel restaurante. Encima, la cabeza me punza incluso cuando anoche me tomé un par de píldoras mágicas para dormir bien.

—Vine por ti ya que debemos irnos. —Pienso replicar cuando siento un pinchazo en mi brazo. Por inercia volteo y encuentro a Gitana con una jeringa.

—Lamento esto —dice cuando ve mi ceño fruncirse y mis dedos yendo a mi brazo para sacarme la aguja—, pero el coronel Cárdenas me dijo que ayer vomitaste durante la cena que tuvieron con el Alto Mando y Mando Supremo, así que me envío a ponerte un electrolito.

—Estoy bien. Solo fue un pequeño vómito.

—Como sea, Vic. Necesitas hidratarte y mover ese trasero que en media hora partimos a Monterrey —frunzo aún más mis cejas ante las palabras de Sandhi, recordando lo que pasará hoy en esa ciudad regiomontana—. No te quites la intravenosa, ¿sí? Valentina está encargándose de traerte un uniforme ya que no encontramos ninguno en tu armario. Jesús ya viene en camino con la camioneta especial que nos trasportará para allá y Ricardo junto a Kaan están contando las municiones. ¡Oh! Y Esteban se fue hace cuatro horas para tomar su vuelo a Japón.

Todo es tan repentino y abrumante que opto por cubrirme la cabeza nuevamente, pero entonces las últimas palabras que ella dijo taladran mi cerebro: Esteban se fue.

¡Mi marido se fue!

Eso me hace sonreír y sentir un enorme alivio porque al fin dejaré de mirarlo durante un buen tiempo.

Ya no me va a violar.

Ya no me va a golpear.

Ya no tendré que suplicar que pare.

Y ya no voy a llorar.

La felicidad explota en mi pecho haciendo que el positivismo me envuelva de pies a cabeza. Me trago los gritos de júbilo que deseo expulsar porque luego tendré que explicarles a mis amigas lo que sucede. Aun así, internamente causo la más estruendosa algarabía e incluso hago un bailecito con pompones mientras por fuera estoy quieta en mi cama, recibiendo la sueroterapia.

Media hora transcurre para cuando el suero pasa a mi torrente. Gitana regresa a la habitación para quitarme la aguja y Sandhi me dice que me duche para refrescarme. Así que eso hago. El agua golpea mi anatomía y jadeo de gusto. Cepillo mis dientes hasta que el aliento me huele a hierbabuena cuando inspiro. Enjabono mi larga melena azabache y propicio sutiles masajes para dispersar el dolor. Al salir encuentro mi uniforme de combate sobre la cama y a Morana. Me visto en tiempo récord, guardo el arma en mi pantalón y luego regreso al baño para secar mi cabello pues odio atarlo cuando está húmedo. Al sentirlo completamente seco, lo tuerzo para luego hacer un grande moño y salgo trotando a la cocina. Ahí encuentro a una Valentina muy sonriente comiendo los hot cakes que seguro preparó Karla pues a ella la vislumbro frente a la estufa.

—¿Qué te tiene tan feliz, botanera? —pregunto, sentándome a su lado. Karla me acerca un plato de hot cakes que además tiene huevo revuelto y tiras de tocino en un lado—. Gracias, Karly.

Tempestad 1 (Libro 2)Where stories live. Discover now