Capítulo 15.

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A MÍ NO ME IMPORTA

Santiago

Eyaculo dentro del condón que me cubre la verga. La barista gimotea en placer cuando le doy el último empellón en su complaciente coño y entonces salgo de ella para retirar el látex que aviento a la basura. Meto mi falo dentro del short, acomodo mi playera y después la miro. Está con las tetas al aire, es guapa, pero no se compara con la hembra de ojos tempestad que me rechazó.

Hace cuatro horas que se fue dejándome duro, y hace dos que he estado cogiendo con la mujer que hace las bebidas aquí en el bar. Al parecer, tiene derecho de descansar cuando no hay tantos clientes, así que ella aprovecha para dejarse empalar por mi verga. Lástima para ella, aquí termina nuestro candente encuentro porque ya le saqué la información que me interesa, por ello, comienzo a caminar hasta la puerta de esta pequeña bodega escuchando sus reclamos los cuales me hacen reír.

—Quiérete un poco, ¿no?

—¡Eres un pendejo! —sisea, haciendo que la mire por encima de mi hombro. De mala gana está acomodándose el putivestido que tiene enrollado en la cintura.

—Eso no decías hace un minuto.

Ni siquiera espero por su contestación, simplemente salgo de aquí para dirigirme hacia el centro de monitoreo de seguridad donde fue mandado el teniente Flores, hombre que caminó a mi lado en aquel pasillo de la base de Chipre donde pretendían matarnos hace un año.

Conforme avanzo, recapitulo lo que me dijo esa mujer. Al parecer, dos horas antes de que llegáramos a este resort, veinte individuos extranjeros de diferentes géneros y edades ingresaron a esta zona con los respectivos capitanes del crucero para iniciar con una supuesta juerga. Bebieron un par de tragos, estuvieron exactamente treinta minutos y después abandonaron el bar para subir a unas de las tantas habitaciones que tiene el hotel, cada uno con una botella que anotaron a la cuenta del dueño de este hotel, eso definitivamente llamó mi atención, más la barista no supo darme más información al respecto.

Me detengo frente al mapa que señala cada zona existente en el hotel descubriendo así que lo que busco está al lado de una pequeña oficina de guardias. Está en el quinto piso, así que ahí me dirijo sin desviaciones. El sonido de mis sandalias rechina por el pulcro piso y una que otra pareja pasa a mi lado. Son mexicanos, los reconozco por la forma en que hablan.

Uso las escaleras ya que los elevadores están ocupados. En menos de cinco minutos llego a mi destino, saliendo justo al lado de la oficina de guardias. Hay tres adentro y uno afuera, este último siendo obeso y de mí misma estatura. Una rápida idea llega a mi cabeza por lo cual la ejecuto, por ello, llamo al hombre para hacerle preguntas estúpidas. Él, como es de esperarse, empieza a explicar hacia donde debo dirigirme para llegar a mi destino. Le agradezco y, justo cuando se gira, le suelto un golpe que lo noquea en nanosegundos. Su cuerpo se tambalea hacia atrás, más lo atrapo para arrastrarlo a las escaleras solitarias ya que siempre es sabido que los turistas las evitan porque prefieren evitar caminar.

Retiro la ropa de su pesado cuerpo y me coloco el uniforme de seguridad notando que me queda enorme, aun así, no lo descarto y simplemente avanzo fingiendo ser uno de ellos. Los hombres en la oficina están jugando cartas y bebiendo cervezas por lo que ni notan que ya no hay nadie custodiando la puerta.

Avanzo veinte pasos exactos para meterme al centro de monitoreo de seguridad, pero noto que la puerta está cerrada. Ruedo los ojos y extraigo la navaja que cargué conmigo esta mañana para así forzar la chapa. Encuentro al teniente Flores tecleando sobre las computadoras, pero apenas escucha que he abierto, se levanta con rapidez, por nanosegundos sus facciones tintándose de un ligero miedo, en cuanto me reconoce se relaja.

Tempestad 1 (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora