Y tú, ¿qué eres?

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Camila

Vuelvo a dejarme caer en la cama, luego frunzo el entrecejo al escuchar mi celular golpear contra el piso de madera. Creí calcular bien la distancia entre la cama y el buró. Es obvio que no. A mi lado Eva gimotea y se mueve, expresando de manera más vocal la pereza que yo misma cargo. Aunque tal vez lo suyo sea algo más que pereza.

—¿Te duele la cabeza? —le pregunto.

—Déjame dormir.

—Perra.

Y el insulto fue más por envidia que por ofensa. Yo también quiero dormir. A mí sí me duele la cabeza. Pero yo tengo un hijo que pronto despertará y pedirá de comer.

Dejo escapar un quejido bajo.

El piso se siente frío bajo mis pies descalzos, y aunque creí no haber bebido demasiado me veo en la necesidad de sostenerme de las paredes para llegar al baño donde orino con los ojos cerrados, no muy segura de haberme bajado antes las bragas.

Si me veo como me siento, Liam debió tener razón cuando me sugirió más temprano que tomara una ducha y bebiera una gran taza de café. Comenzaré por el café.

Me duele todo, mayormente los pies. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que bailé tanto, ni siquiera puedo recordar haberme divertido así antes. Me duele hasta bostezar, y muy probablemente más tarde, cuando Axl me aturda a preguntas, me lamente por la desvelada y las copas de más, pero como decimos en mi país: lo bailado nadie me lo quita.

El café solo me provoca asco y dolor de estómago. "El café". <Guiño. Guiño>. Por lo que me decido por un té verde mientras preparo unos huevos para Axl. El teléfono en el bolso de Eva no se ha callado desde que entré en la cocina, y algo me dice que tiene mucho que ver con los videos que la rubia posteó anoche, cuando el alcohol le sumó valor. De otra manera ella jamás publicaría algo así.

El suave sonido de unos pasitos me alerta de la presencia de Axl, que me observa desde la sala.

—¿Qué hago aquí, mami? ¿Dónde está Liam?

Sonrío al ver sus ojos somnolientos y su cabello alborotado.

—Hola, cielo. Liam tuvo que irse a trabajar, te trajo muy temprano, mientras tú estabas durmiendo.

«Mientras yo trataba de hacer lo mismo».

Asiente, restregándose los ojos para espantar los últimos rescoldos del sueño.

—¿Tienes hambre?

Niega, sin embargo camina hasta la mesa. 

Sus labios forman una mueca cuando lo alcanzo y beso su cuello. Por ese olor tan suyo no me importaría pasar otro año sin dormir, aunque ahora mismo está mezclado con una nota diferente, otro suavizante quizá. Otra casa.

¿No es una ironía que me haya negado a compartir a Liam con su esposa, pero que no haya tenido más remedio que compartirle lo más preciado que tengo, mi hijo?

—¿Cómo te fue con tu papá?

«¿Cómo te trató su esposa?».

La pregunta lo hace abrir los ojos, grandes, seguido de una inhlación.

—Tengo un hermano. Se llama Max. —Sus cejas se contraen—. Pero él tiene otra mamá.  

—Sí, cielo. —Acarició su cabello—. Tú tienes un hermano. ¿Estás bien con eso?

Da una afirmación exagerada, dando una cabezazo al frente.

—Me dejó jugar con sus dinosaurios.

Mis ojos escosen, aliviada por lo bien que ha tomado la noticia de un nuevo hermano.

Nunca digas que no te supe amarWhere stories live. Discover now